Dentro de poco hará un año que pusimos a la venta nuestro primer libro, Manuscrito en el tiempo, y muchas han sido las novedades en el ámbito de la edición digital en este tiempo. Han aparecido nuevos modelos de lectores electrónicos, incluso uno tan barato que es difícil de creer (y que aún no ha llegado al mercado), se ha confirmado el crecimiento del uso de las tabletas frente a la tinta electrónica, han surgido nuevas plataformas de edición y distribución (como la de nuestros amigos de byeink) y también nuevos proyectos editoriales. Sin embargo, tengo la impresión de que los modelos de venta de ebooks han evolucionado poco, o no tanto.
Hace un par de días leía una entrada en el blog Ríos de tinta electrónica, y coincido con ella en que hay otros modelos posibles para la comercialización y distribución del libro electrónico que me gustaría que estuviesen más desarrollados. Me frustra especialmente el tema del préstamo en bibliotecas. Yo sí creo que hay lugar para los ebooks en las bibliotecas y que tiene sentido que estén dentro de sus colecciones. Precisamente estos facilitan enormemente la labor de préstamo de estas instituciones, que a su vez tendrán que satisfacer las demandas de un público cada vez más “digital”. En todo caso, las bibliotecas son los centros en los que se acumula la palabra escrita, donde se clasifica, conserva y se pone a disposición de todo aquel que quiera leerla, y como editora no tengo más opción que querer que los libros que publico estén en ellas. No puedo verlo como un modelo de negocio, es simplemente una cuestión de coherencia. Pero aún sigo buscando la manera y es que en esto, como en muchas otras cosas, el tamaño (de la editorial) sí importa.
Hace un par de días leía una entrada en el blog Ríos de tinta electrónica, y coincido con ella en que hay otros modelos posibles para la comercialización y distribución del libro electrónico que me gustaría que estuviesen más desarrollados. Me frustra especialmente el tema del préstamo en bibliotecas. Yo sí creo que hay lugar para los ebooks en las bibliotecas y que tiene sentido que estén dentro de sus colecciones. Precisamente estos facilitan enormemente la labor de préstamo de estas instituciones, que a su vez tendrán que satisfacer las demandas de un público cada vez más “digital”. En todo caso, las bibliotecas son los centros en los que se acumula la palabra escrita, donde se clasifica, conserva y se pone a disposición de todo aquel que quiera leerla, y como editora no tengo más opción que querer que los libros que publico estén en ellas. No puedo verlo como un modelo de negocio, es simplemente una cuestión de coherencia. Pero aún sigo buscando la manera y es que en esto, como en muchas otras cosas, el tamaño (de la editorial) sí importa.
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