Hace más de noventa años que nació
un género, el negro. No sabemos con seguridad la edad pues en aquella
época las partidas de nacimiento no se expedían de un modo tan
contundente como las de ahora, pero se cuenta que el niño vio la
luz, probablemente, en una gran ciudad de los Estados Unidos de América
durante los años de la ley seca. Hijo de familia económicamente
deprimida, el padre biológico nunca estuvo claro quién fue. Hay quien
atribuye la autoría a Ernest Hemingway con su relato Los Asesinos (1927), aunque también se afirma del famoso escritor que no hay bar de Bilbao que no pisara.
Seguramente, los responsables fueran un grupo de escritores, entre ellos el destacado Dashiell Hammett, que escribió en pulp magazines, como Black Mask.
Sea
como fuere, el género negro nunca gozó de una buena salud, ni del
reconocimiento de los académicos. El género negro creció como una
manifestación de la subcultura, es decir, como contrapunto de la cultura
dominante. Violencia, sexo, drogas...
Los
primeros escritores de novela negra, los más consagrados, salvo
excepciones, fueron un fiel reflejo de sus personajes: Raymond Chandler
fue un alcohólico reconocido; Cornell Woolrich malvivió escribiendo
novelas baratas (de gran riqueza) reprimido por una sociedad homófoba;
Jim Thompson vendió alcohol durante la prohibición; de nuevo, Dashiell
Hammett ejerció de agente operativo en la Agencia Nacional de Detectives
Pinkerton... y un largo etc.
Sin embargo ahora, después de tantos años, el género está en su máximo esplendor y el anciano tullido goza de una salud envidiable: colecciones, semanas negras, congresos... ¿Cómo es eso?
No voy a contestar a ese interrogante.
Alexis Ravelo escribía recientemente en un artículo en El País que “lo criminal es mainstream”, refiriéndose al género negro, o lo que también significa “algo muy bien aceptado por la sociedad actual”.
Es
indiscutible que los autores contemporáneos de novela negra no partimos
de la misma situación que los pioneros. Tampoco contamos lo mismo ni de
la misma manera. El rock
and roll nació en los suburbios. Chuck Berry no es igual que Bruno
Mars, no obstante uno no puede evitar mover el pie debajo de la mesa
cuando escucha alguna de sus canciones.
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