jueves, 28 de septiembre de 2017

Negando lo evidente

©Ros
Confieso que no siempre entiendo las viñetas de Ros y esta, aunque la entiendo, no consigo ponerla en contexto. ¿Es una crítica o una alabanza? La conclusión a la que he llegado es que es tan buena que puede ser las dos cosas, dependiendo de los ojos que la miran. Para mí es claramente una alabanza, pero puedo entender cómo para otra persona sea una crítica: el libro electrónico, una vez más, como hermano pobre del papel, como símbolo de una pérdida (ese precioso edificio y todo el contenido de la biblioteca nacional, aunque el contenido no desaparece solo cambia de formato y en consecuencia ocupa un espacio, y un volumen, distinto).

Si este fuera el caso, el de la crítica, se me ocurre argumentar que el edificio no se pierde, si se necesita menos espacio para almacenamiento tendremos más para realizar otras actividades relacionadas con el libro la lectura, y, sin embargo, a cambio conseguimos que todo el saber, la literatura y entretenimiento que antes se encontraba entre esos muros ahora esté disponible para cualquier persona en cualquier parte del mundo y no solo para los que tuvieran la suerte de vivir en sus proximidades.

Tengo la sospecha de que muy probablemente se trate de una crítica, quizás porque me he malacostumbrado a que a los libros digitales les lluevan de esas por todas partes, principalmente desde el propio mundo editorial. Y precisamente por eso, me sentí muy identificada con algunos párrafos de este artículo de The Digital Reader de hace unos días. Dice Nate Hoffelder, su autor: 

“The major publishers are dead because they bet against digital, which is the future.
The thing about the major publishers is that they thought they could make the market go where they wanted”.

O, en una traducción libre: “Las grandes editoriales están muertas porque apostaron en contra del formato digital, que es el futuro. El problema de las grandes editoriales es que pensaron que podrían hacer que su mercado fuese en la dirección que ellas querían”.

Lo que más me preocupa (y a veces me enfada) es que para justificar esta decisión de no apostar por el libro electrónico, se maquillan los datos de ventas, y los de las descargas ilegales, y se publicitan ampliamente para convencernos de que el libro impreso no solo sobrevivirá, cosa que por otra parte nunca he dudado, sino que está creciendo en ventas y terminará acabando con el formato digital, que cada vez vende menos. Además, los libros electrónicos no solo nos hacen cada vez más tontos, sino que están acabando con los ingresos de editoriales y autores...

No es la primera vez que hablamos de esto aquí y puede que no sea la última. No llego a ser tan drástica como Hoffelder y realmente no creo que las grandes editoriales, o cualquiera que no apueste por la edición digital, estén muertas, pero sí estoy convencida de que están perdiendo un tiempo valiosísimo en mantener el statu quo, peleando con un monstruo que no va a desaparecer y que, si se pararan a pensarlo, no es en absoluto su enemigo. Pero, como decía mi abuela, no hay peor sordo que el que no quiere oír.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Librerías que abren, librerías que cierran

Si os interesa, y suponemos que sí, el tema de las librerías, visto desde todos los ángulos, os recomiendo encarecidamente seguir a una persona que ya hemos citado aquí, Txetxu Barandiarán, consultor en el sector del libro, que habla muy a menudo, yo diría que es el principal tema de su blog, Cambiando de tercio, de librerías.

Precisamente en las últimas semanas, además de informarnos de algunas nuevas aperturas, y por desgracia de algún cierre, ha escrito dos buenos artículos, curiosamente relacionados con eso, con aperturas y cierres.

En un lado de la moneda os recomendamos leer Puesta en marcha de una librería. La cuenta de la vieja… en una servilleta. Creo que el título lo dice todo. Si alguno de vosotros está interesado en abrir una librería aquí tiene unas cifras, orientativas, claro está, sobre lo que tendría que facturar anualmente para soportar los gastos y de paso poder ganarse las lentejas de forma digna.

El reverso de esta moneda podría ser el artículo ¿Por qué cierran las librerías? Algunas causas, reflexiones y propuestas. Escrito con el cierre de la mítica librería de Bogotá La madriguera del conejo como punto de partida, de nuevo el título es muy claro respecto a lo que ofrece el contenido.

Tras hacer una lectura sosegada, algún apunte de mi propia cosecha:
  • Yo sí creo que las librerías tienen que actuar como polo cultural. Personalmente, viviendo en una ciudad pequeña, únicamente me encuentro librerías-papelerías, con los principales bestsellers del momento expuestos. Negocios muy dignos, pero poco diferenciables de otros, destinados a dispensar un producto, que ahora se puede obtener por otras vías.
  • Me pasó algo curioso, y esto no tiene nada que ver con sinerrata, es una experiencia personal. Publicamos un libro un grupo de diez bloggers, y lo hicimos de la única forma que teníamos a nuestro alcance: en digital, y en venta en papel con impresión bajo demanda. Un amigo difundió el libro en redes sociales, y la propietaria de una mítica librería, obviaré decir cuál, nos puso a caldo por destruir las librerías, según ella. No teníamos medios para meternos en las librerías, no es fácil. Podría haber mucha más variedad de libros en ellas, si la puerta de entrada no fuera, en la mayoría de los casos, la distribución tradicional, de la que, por cierto, también reniegan algunas editoriales.
  • En el caso, ahora sí, de sinerrata, nunca me cansaré de los esfuerzos que Amalia López, su editora, está haciendo para que tengamos presencia en las librerías, a pesar de que somos una editorial digital. Ya os hemos hablado en varias ocasiones de las tarjetas de descarga de varios de nuestros títulos, y de las librerías en las que se las puede encontrar.
Información relacionada:

jueves, 7 de septiembre de 2017

Fomentar la lectura y otras dinámicas familiares

Hace ya unos días que me encuentro una y otra vez en redes sociales con la curiosa nota de una madre italiana a sus hijos, pidiendo que busquen la contraseña de la wifi en Anna Karenina (ojo, en el libro, no en la película).
Confieso que la primera que la vi me pareció tremendamente simpática e ingeniosa, no tanto por el reto en sí que plantea, sino por el humor que destila la redacción de la misma (incluyendo la postdata) y por mezclar dos actividades de ocio según algunos contrapuestas: internet y lectura.

No le había vuelto a dar más importancia ni valor hasta que hace un par días me topé con este artículo en la revista Verne, en el que cuestionan la nota como método de fomento de la lectura y se hacen eco de la supuesta controversia que ha generado en Twitter.

Partiendo de que la nota en sí misma ya está totalmente fuera de contexto, y de que no tengo (tenemos) ni idea de cuál fue el planteamiento original de esa madre, ni la reacción de sus hijos, ni cuánto tiempo llevan con esa dinámica, ni siquiera si los hijos son lectores asiduos o solo cogen un libro para encontrar la susodicha contraseña, intentar convertir lo que parece simplemente un juego (relacionado con la literatura, eso sí) con un método para fomentar la lectura, creo que es algo aventurado.

Está claro que la mejor forma, que no la única o en solitario, de que nuestros hijos lean es dando ejemplo claro y sostenido y, por otro lado, soy consciente de que hoy en día cualquier tema en redes sociales puede ser objeto de alabanza, burla o crítica extrema, pero, qué ha pasado con esa teoría tan extendida últimamente de las bondades de la gamificación con respecto a la educación en general y el fomento de la lectura en particular.

La llamada gamificación, o uso del juego como estimulo para una actividad o aprendizaje concreto, se está aplicando ya en colegios y bibliotecas. Si hasta la última campaña gubernamental de fomento de la lectura pretende utilizarla (de aquella manera, pero esto es otra cuestión que merece una entrada por sí misma). Y sin embargo ante algo tan aparentemente inocente como un juego relacionado con la lectura dentro del ámbito familiar, se pone en cuestión todo un método educativo que simplemente desconocemos si se está aplicando tal cual o no.


Repito, estoy convencida de que si los padres leen de forma habitual y los niños crecen en un ambiente con libros y en el que la lectura es parte de las actividades diarias, es muy probable que ellos también lean. Sin embargo, conozco algunos muy buenos lectores, uno de ellos incluso librero, que nunca vieron un libro en su casa y se aficionaron a esta sana actividad bien pasada la adolescencia. Y, aunque creo no conocer a nadie en esas circunstancias, estoy segura de que lo contrario también ocurre. Está claro que la madre de esa nota lee, a los clásicos ni más ni menos, así que una vez superado el primer punto del fomento lector, ¿es realmente tan malo añadir un poco de juego al cuento?