Créditos de la imagen: Ella es Tanya via Visualhunt.com / CC BY |
Este domingo pasado, como ya sabéis, se celebró el Día Internacional del Libro, que tiene una de sus expresiones más bonitas en Cataluña, con Sant Jordi, una verdadera fiesta para lectores, escritores, libreros y editores. En este día, se regalan libros y rosas, que no me diréis que no es una combinación preciosa, y la ciudad se llena de puestos de unos y otras, con lectores comprando, bicheando libros y haciendo cola para conseguir la firma y dedicatoria de su autor favorito.
Es tradicional también en Sant Jordi la lista de los más vendidos del día siguiente y los subsiguientes artículos sobre la eterna pelea calidad-cantidad, es decir, lo mucho que venden los autores más mediáticos (presentadores de televisión, actores, protagonistas de las revistas del corazón, a los que en los últimos años se han unido blogueros y youtubers), en contraposición a las ventas más modestas de los escritores de verdad, de la verdadera literatura (y léase la cursiva con un cierto sarcasmo, por favor).
Yo encuentro otra polémica de la que nadie, o casi nadie, habla y que este año, tras otro paso más en la tendencia general de adquisiciones de los grandes grupos editoriales, es todavía más patente: la posición de clara debilidad que sufren las editoriales pequeñas en este tipo de eventos. Me ha llamado especialmente la atención, y me ha puesto los pelos de punta por las implicaciones que podría tener, este comunicado del editor de Orcinypress donde denuncia un trato desigual desde la organización de la feria que pudiera estar relacionado con no haber tramitado los permisos a través del Gremio de Libreros.
Las editoriales digitales y los autopublicados, por supuesto, no aparecemos ni de pasada en estos repasos superventeros. Las primeras, porque nuestra presencia en estos acontecimientos, tal como están organizados, es difícil*, cuando no está directamente prohibida. Los segundos, porque la industria editorial se empeña en ignorarlos de forma consciente y constante, a ver si así desaparecen y les dejan de hacer pupa en los resultados de ventas.
Me encanta Sant Jordi, sin ninguna duda, pero también me gustaría que pudiera ser un poco más de todos.
*Hay que mencionar que SeeBook, la empresa que comercializa tarjetas de descarga para que los libros electrónicos (por ejemplo, dos de nuestros títulos) puedan estar en librerías de calle, monta desde hace un par de años un estand en Sant Jordi con firmas de los autores que han publicado.
Es tradicional también en Sant Jordi la lista de los más vendidos del día siguiente y los subsiguientes artículos sobre la eterna pelea calidad-cantidad, es decir, lo mucho que venden los autores más mediáticos (presentadores de televisión, actores, protagonistas de las revistas del corazón, a los que en los últimos años se han unido blogueros y youtubers), en contraposición a las ventas más modestas de los escritores de verdad, de la verdadera literatura (y léase la cursiva con un cierto sarcasmo, por favor).
Yo encuentro otra polémica de la que nadie, o casi nadie, habla y que este año, tras otro paso más en la tendencia general de adquisiciones de los grandes grupos editoriales, es todavía más patente: la posición de clara debilidad que sufren las editoriales pequeñas en este tipo de eventos. Me ha llamado especialmente la atención, y me ha puesto los pelos de punta por las implicaciones que podría tener, este comunicado del editor de Orcinypress donde denuncia un trato desigual desde la organización de la feria que pudiera estar relacionado con no haber tramitado los permisos a través del Gremio de Libreros.
Las editoriales digitales y los autopublicados, por supuesto, no aparecemos ni de pasada en estos repasos superventeros. Las primeras, porque nuestra presencia en estos acontecimientos, tal como están organizados, es difícil*, cuando no está directamente prohibida. Los segundos, porque la industria editorial se empeña en ignorarlos de forma consciente y constante, a ver si así desaparecen y les dejan de hacer pupa en los resultados de ventas.
Me encanta Sant Jordi, sin ninguna duda, pero también me gustaría que pudiera ser un poco más de todos.
*Hay que mencionar que SeeBook, la empresa que comercializa tarjetas de descarga para que los libros electrónicos (por ejemplo, dos de nuestros títulos) puedan estar en librerías de calle, monta desde hace un par de años un estand en Sant Jordi con firmas de los autores que han publicado.
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