Cuenta el redactor de la noticia que España se va a ver abocada a equiparar los impuestos indirectos de las publicaciones impresas y de las digitales. Ahora está por ver si algún lumbreras decide que la forma de hacerlo es subiendo el IVA "al papel", que ya estamos aquí todos curados de espanto. De hecho, cada país de la UE podrá seguir fijando el IVA que quiera, ya que lo que se regula es la eliminación de esta absurda diferencia.
Está claro que para la editoriales, y los grupos de prensa también, que trabajan en formatos digitales, este tema ha supuesto un perjuicio económico, pero en el caso del mundo del libro, por decirlo de un modo rimbombante, ha supuesto un ninguneo a la calidad del trabajo de mucha gente. Hablo de trabajo bien hecho, en el caso de editoriales como sinerrata, que funcionan en todos los aspectos, menos en el del formato elegido, de forma convencional: apostando por la obra de un autor y defendiéndola contra viento y marea. Y añadiría yo, sin dejar nunca atrás a un libro anteriormente publicado, ya que en nuestro caso "no se agotan las ediciones", y un libro no se tiene que "apartar para dejar paso a otro".
Mucha gente ha jugado en este tema al despiste, intentando que se confunda publicar en digital con autopublicación, sin que tengan necesariamente que ser dos cosas que van de la mano. (Puede haber mucha calidad en la autopublicación, pero no hay filtros, y hay de todo). De algún modo muchos consideran un libro digital una especie de obra de tercera categoría, mientras que en los casos del cine y de la música ya todo el mundo ha asumido el vertiginoso paso de unos formatos a otros.
Para los amantes de las batallas cuando no debería haberlas, los que agitan contentos las estadísticas cuando al parecer dicen que el libro electrónico no crece todo lo rápido que debería, (su cuota de mercado, claro), decirles únicamente que lo que importa es la literatura, lo que importa es el contenido, y eso es lo que algunos amamos, venga en el soporte que venga. Leemos lo que nos cae en las manos, en digital o en papel según las circunstancias, porque lo que nos pierde no son los bits de información ni la celulosa: son los libros.
Está claro que para la editoriales, y los grupos de prensa también, que trabajan en formatos digitales, este tema ha supuesto un perjuicio económico, pero en el caso del mundo del libro, por decirlo de un modo rimbombante, ha supuesto un ninguneo a la calidad del trabajo de mucha gente. Hablo de trabajo bien hecho, en el caso de editoriales como sinerrata, que funcionan en todos los aspectos, menos en el del formato elegido, de forma convencional: apostando por la obra de un autor y defendiéndola contra viento y marea. Y añadiría yo, sin dejar nunca atrás a un libro anteriormente publicado, ya que en nuestro caso "no se agotan las ediciones", y un libro no se tiene que "apartar para dejar paso a otro".
Mucha gente ha jugado en este tema al despiste, intentando que se confunda publicar en digital con autopublicación, sin que tengan necesariamente que ser dos cosas que van de la mano. (Puede haber mucha calidad en la autopublicación, pero no hay filtros, y hay de todo). De algún modo muchos consideran un libro digital una especie de obra de tercera categoría, mientras que en los casos del cine y de la música ya todo el mundo ha asumido el vertiginoso paso de unos formatos a otros.
Para los amantes de las batallas cuando no debería haberlas, los que agitan contentos las estadísticas cuando al parecer dicen que el libro electrónico no crece todo lo rápido que debería, (su cuota de mercado, claro), decirles únicamente que lo que importa es la literatura, lo que importa es el contenido, y eso es lo que algunos amamos, venga en el soporte que venga. Leemos lo que nos cae en las manos, en digital o en papel según las circunstancias, porque lo que nos pierde no son los bits de información ni la celulosa: son los libros.
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