viernes, 26 de abril de 2013

Escritores tardíos

Uno de los temas que más obsesionada me tuvo estos últimos años fue —por motivos relacionados con mi historia personal—, el de los escritores tardíos. Siempre creí que cuando uno llegaba a la treintena tenía claro qué era lo que quería de su vida. Pero llegué a los 37 y no tenía ni idea. Solo entonces supe, sentí, que lo que yo quería era aquello que hacía de pequeña: escribir. Creí que era demasiado tarde y empecé a buscar material. Descubrí que una cantidad no despreciable de escritores conocidos comenzaron tardíamente y no les fue nada mal. Y cuando digo esto no me refiero a que se hayan hecho famosos (el primer libro de algunos es de publicación póstuma), o millonarios, sino al que hayan escrito libros de gran valor literario.
En algunos casos no encontré datos de cuándo dieron sus primeros pasos en la escritura sino la fecha de su primera publicación; lo que puede ser confuso pues lo importante no era para mí cuándo publicaron sino cuándo empezaron (igualmente, me cuesta creer que alguien se decida a escribir un libro a los 40 sin haber escrito nada en absoluto con anterioridad en algún momento de su vida).
Aquí les traigo una lista de algunos de ellos:

  • Sharon Olds publica su primer libro de poesías a los 38 años. 
  • Mary Wesley escribió dos libros para niños cerca de los 50 y su carrera como escritora no tuvo repercusión alguna hasta que cumplió los 70 años. 
  • Harriet Doerr publicó su primera novela a los 74 años. 
  • Laura Ingalls Wilder comenzó a escribir su primera novela a los 65 años. 
  • Frank McCourt, ganador del premio Pulitzer, publicó su primer libro a los 66 años. 
  • Mary Alice Fontenot escribió su primer libro a la edad de 51 y siguió publicando a los ochenta y a los noventa también. 
  • El Marqués de Sade publicó Justine, su primera novela, a los 51. 
  • Raymond Chandler, un escritor que me apasiona, publicó su primer cuento a los 45 y su primera novela a los 51. 
  • Jean Rhys, escritora nacida en la isla de Dominica, publicó su primer libro a los 37 años. 
  • Wallace Stevens, reconocido poeta Americano, publicó su primer libro a los 44. 
  • Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió su única novela ya cumplidos los sesenta. 
  • José Saramago comienza a dedicarse seriamente a la escritura a finales de sus cincuenta. 
  • Gesualdo Buffalino publicó su primera novela teniendo más de 60 años. 
  • Annie Proulx publicó su primera novela a los 51 años de edad, y la segunda, con la que ganó el Pulitzer, la publicó a los 58. 
  • Luis Landero publicó a los 41 años. 
  • Eduardo Lago publicó su primer libro a los 46 años. 
  • Manuel Talens publicó a los 44 años. 
  • Alberto Méndez publicó a los 63 años. 
  • Stieg Larsson comenzó a escribir a los 47 años y falleció antes de que su primer libro fuera publicado y rompiera la lista de los best sellers.

Lo que puedo decir, en conclusión, luego de todo lo que leí al respecto, es que hay quizá tantas historias como escritores; que no hay fórmulas ni una línea clara de cómo se forma un escritor. Cada cual deberá encontrar su propio camino, "golpe a golpe, verso a verso".

Los invito a que amplíen la lista y a que sigamos escribiendo porque nunca es tarde para hacer aquello que nos hace bien.

viernes, 19 de abril de 2013

4 entrevistas 4 a Amalia López, editora de sinerrata

Como no veo probable que Amalia López, editora de esta casa, use uno de sus artículos para vincular las entrevistas que la van haciendo, voy a aprovechar yo el hecho de que hoy cojo el testigo del blog para recomendaros la visita a cuatro de ellas.

No se trata de ningún capricho, ya que en ellas Amalia da muchas claves del funcionamiento de la editorial: la elección de trabajar sin DRM, la política de precios, las razones para poner en marcha un proyecto exclusivamente digital, la importancia que le damos a las redes sociales, los planes de futuro, cómo es la relación de sinerrata con sus autores, y otros temas de interés, dependiendo del enfoque de cada una de las entrevistas.

Si queréis acceder a ellas de forma cronológica, la primera de ellas sería la que le hizo Fernando García en su blog Sin Tinta, dentro del diario El País, hecha hace ya más de un año.
Nuestra política de precios se basa en dos pilares: un precio ajustado para el lector y un precio justo para el autor. Creemos que el libro electrónico ha de tener precios más bajos que el libro de papel, y no tanto por el ahorro que pueda suponer el carecer de gastos de impresión y almacenaje, que no es tanto en realidad y además se sustituye por otros distintos, sino porque es evidente que su valor como objeto tangible desaparece.

La siguiente entrevista de esta pequeña selección, (no están todas las que son), es la realizada en el blog de la editorial Ideaspropias, en agosto de 2012.
Nuestra filosofía editorial es simple: queremos ser el puente entre buenos autores (preferiblemente noveles) y grandes lectores que, gracias al libro electrónico, tengan acceso más fácil y económico a deliciosas lecturas. En realidad, no es más que lo que yo misma busco como lectora.

Damos un salto importante en el tiempo, hasta el mes (y año) actual, para recomendaros una entrevista compartida con otros editores de pequeñas editoriales, en la web de la Universidad Rey Juan Carlos; la firma Silvia Bustamante.
Amalia López espera “un futuro editorial más diverso, más rico, con editoriales pequeñas y grandes grupos, con ofertas diferentes para diferentes lectores. En definitiva, que haya sitio y público para ambos modelos”. 

Y por último, una entrevista hecha tan sólo hace dos días, en el blog de bq readers. En este caso he tenido la oportunidad de hacerla yo, así que espero que os interesen tanto las preguntas como las respuestas.
El tema de la mal llamada piratería es ciertamente controvertido, y nosotros desde el principio nos hemos posicionado al otro lado de esa industria que criminaliza a los lectores, utiliza cifras que nadie sabe muy bien de dónde salen y se centra en encontrar soluciones legales y punitivas. Es por eso que nosotros hemos optado por no hacer uso del DRM e intentamos hacer una labor más pedagógica a este respecto.

viernes, 12 de abril de 2013

Libros de cabecera


Está semana comenzó con la triste noticia de la muerte de uno de mis autores favoritos, José Luís Sampedro, al que admiro mucho no solo como escritor sino también como persona.

Uno de los primeros libros “adultos” que pasaron por mis manos fue La sonrisa etrusca, que no no he vuelto a leer desde entonces pero que aún me conmueve con los recuerdos de esa especial relación entre nieto, recién llegado a la vida, y abuelo, ya despidiéndose de ella. Pero fue otra de sus obras, La vieja sirena, la que se instaló en mi mesilla de noche durante años y sufrió relecturas reiteradas durante un periodo de mi vida. En alguno de los traslados debió viajar de allí a una caja y de la caja a la estantería, y otros libros fueron ocupando su lugar al lado de la cama en momentos en que estos tenían un especial sentido para mí.

A raíz de una entrada de Maia L. Blank (futura autora de la casa) en su estupendo blog, volví a recordar los tiempos en que La vieja sirena era una presencia constante en mi cabecera y sentí un impulso irrefrenable de volver a colocarlo allí. El viejo ejemplar de papel amarillento y lomo forzado por haber pasado tantas veces las páginas hizo ayer el viaje de regreso desde la estantería a la mesilla de noche, al mismo tiempo que una recién adquirida copia en formato electrónico pasaba a ser parte de mi biblioteca digital y título permanente en mi lector, que también tiene su sitio en mi cabecera.

Decía Maia en uno de los comentarios de su entrada que ella mantiene los libros en la mesilla de noche (o mesita de luz, como la llama ella gracias a la inmensa riqueza de esta lengua que compartimos) como un recordatorio de la persona que fue y que quiere seguir siendo. Los libros de cabecera, esos que te han marcado de determinada manera y necesitas tener cerca, te permiten volver a un momento de tu vida, cuando los leíste por primera o cuarta vez, y lo que entonces te transmitieron, y a la vez son la llave para conocer cuánto de ti ha cambiado en este tiempo y cuánto sigue vibrando de la misma forma.

viernes, 5 de abril de 2013

Juzgar un libro por la portada


Uno de los momentos que más disfruto en el proceso de edición de un libro es la elección de la cubierta, aunque he de admitir que no está exento de cierto estrés. Sin entrar en aspectos técnicos, y muy importantes en el caso de los libros electrónicos y de los que se ha escrito en foros más especializados, no es fácil encontrar el equilibrio entre la estética adecuada, la imagen acorde a la personalidad de la editorial, el reflejo idóneo de la novela y el criterio del autor (a quien nosotros implicamos tanto como este quiera). Pero si, como es nuestro caso, se cuenta con un excelente profesional del diseño de cubiertas, capaz de capturar el alma de la historia en una sola imagen, el resultado final es simplemente maravilloso.

Todo ello tiene que estar ejecutado bajo una máxima inamovible: es lo primero que el lector va a ver del libro, tiene que capturar su atención, sugerirle que es un buen libro y presentarle lo que va a encontrar dentro.

Esta reflexión surge a raíz de la portada que presenta esta entrada, capturada en una librería del sur de Portugal. Independientemente del criterio estético de cada uno, no puedo dejar de pensar en la quinceañera que comprará ese libro pensando que va leer la historia de una moderna chica de ciudad que encuentra el amor y la libertad en la Provenza francesa y se encuentra con la dramática, y maravillosa, Jane Eyre. ¿Sentirá decepción o deliciosa sorpresa?

Si os gusta el tema, os recomiendo el blog Caustic Cover Critic (en inglés).