viernes, 24 de noviembre de 2017

El lectocrimen no es un nuevo género literario

Derechos de la imagen: Lori Greig en Visual Hunt / CC BY-NC-ND
El término lectocrimen, inventado por Ana Garralón y una amiga (según ella misma cuenta), era totalmente nuevo para mí hasta que me topé con el excelente blog de la misma Ana sobre literatura infantil y juvenil, anatarambana, y su entrada Lectocrimen: o cómo la mediación puede matar el gusto por la lectura.

Confieso que la primera idea que me pasó por la mente al leer lectocrimen fue novela negra, me temo que mi deformación profesional está llegando a límites insospechados. Pero no, el artículo en cuestión no trata sobre géneros literarios sino que en realidad detalla seis formas entre las muchas en las que podemos aniquilar el interés por la lectura de niños y jóvenes. Estas seis no son las que yo hubiera elegido, básicamente porque el planteamiento es mucho más profesional y profundo que el que yo pudiera hacer, pero desde luego estoy de acuerdo con todas ellas. La que más me ha sorprendido, sin embargo, y me ha hecho pensar más es la última: La feminización de la lectura.

Es un hecho estadístico que las mujeres leen más que los hombres, en España y en el mundo, como también que la industria editorial es mayoritariamente femenina (aunque aún no en la esfera de poder), y, aunque no tengo los datos, diría que también somos mayoría las mujeres en el ámbito educativo. Si a esto le añadimos que las mujeres leen más libros y los hombres más periódicos (en general, aunque tampoco tengo datos para respaldarlo, diría que las mujeres leen más novela y los hombres más noticias y no ficción), nos encontramos con que la mayoría de recomendaciones de lectura vienen de nosotras y seguramente se trate de obras de ficción, lo que puede traducirse en una penalización de algún otro tipo de lecturas, más informativas o incluso en otros formatos: revistas, periódicos, webs, blogs... 

El tema de la promoción de la lectura en la infancia me preocupa especialmente, los niños son los lectores del futuro (además de del presente, claro) y como madre de dos, por ahora, devoradores de cuentos soy muy consciente de mi papel para que ellos sigan leyendo como adultos. Está claro que el primer paso es el ejemplo, y afortunadamente en nuestra casa no solo hay libros sino que todos los leemos, pero además quiero ser capaz de transmitir a mis hijos no solo que la lectura es una actividad de ocio maravillosa e importante para su desarrollo y su bienestar, sino que también es una herramienta para aprender, para conocer aquello que nos queda más lejos o lo que es cercano con más profundidad, para ampliar nuestro horizonte. Pero también que no hay buenas o malas lecturas, mejores o peores formatos o formas de leer. Me aterra pensar que, involuntariamente, pueda cortar sus alas lectoras limitando o minusvalorando un tipo de lectura o género que sea precisamente el que les enganche a ella.

Como ya he dicho una y mil veces, leer es leer es leer.

jueves, 9 de noviembre de 2017

¿Es la autopublicación una amenaza para las editoriales?

Créditos de la imagen: Alejandro Escamilla vía Unsplash
Una de las consecuencias de la llegada de la edición digital, y de la evolución de la tecnología y las redes, es que hoy en día autopublicar es más fácil, económico y tiene más posibilidades de éxito que nunca. Se puede encontrar ahí fuera un sinfín de herramientas, en muchos casos totalmente gratuitas, para editar, maquetar, componer, convertir, diseñar y publicar, de forma que cualquier autor con un poco de interés puede tener su libro (o libros) a la venta en las principales librerías en línea, no solo a nivel local sino también internacionalmente. Y lo mismo ocurre en el aspecto de la promoción: las redes sociales y el marketing digital han simplificado (y amplificado) las posibilidades de los escritores para encontrar su público. Ojo, que no estoy diciendo que no requiera ningún esfuerzo, de hecho es mucho trabajo, sino que prácticamente está al alcance de cualquiera.

Cuando el fenómeno de la autopublicación empezó a ser relevante, hace ya algunos años, surgieron las primeras voces de alarma. Se decía, por un lado, que la calidad de la edición y del contenido era sensiblemente inferior a la de los libros que llegaban al mercado a través de las editoriales tradiciones, ya que no pasaban ningún filtro editorial ni se beneficiaban de un proceso de edición profesional. Y, por otro, que como consecuencia las editoriales dejarían de ser necesarias.

Pasados unos años, la autopublicación sigue creciendo, como no podía ser de otra forma, la calidad ha mejorado significativamente (gracias entre otras cosas a que muchos escritores se toman la edición más en serio y contratan servicios externos) y las editoriales siguen existiendo. De hecho, una vez comprobado que puede ser un buen negocio, las empresas de servicios editoriales y coedición han proliferado, algunas camufladas de editoriales tradicionales, y hasta los grandes grupos se han apuntado al carro.

En mi caso, siempre he pensado que autopublicar era tan digno como hacerlo dentro del catálogo de una editorial, y una estupenda opción para aquellos autores que quieren controlar todo el proceso en la vida de su obra, desde el diseño de la cubierta hasta los puntos de venta y la relación con los lectores, pasando por el cobro de regalías. También tengo claro que no solo seguirá formando parte del mercado editorial sino que cada vez copará más parte del mismo.

Contestando a la pregunta que titula esta entrada, en mi opinión la amenaza viene como consecuencia de un mercado más competido, en oferta y en precio. Los lectores de hoy en día tienen a su alcance millones de títulos y llegan a ellos por medios diferentes a los de hace unos años, como los blogs y las redes sociales, medios que todos compartimos.

En cualquier caso, no lo veo como una amenaza, sino como un elemento más en nuestro variado y cambiante horizonte editorial.

jueves, 2 de noviembre de 2017

La industria editorial no para de girar

Créditos de la imagen: mag3737 vía Visual Hunt / CC BY-NC-SA
Tenía este artículo reservado para poder comentarlo en algún momento aquí en el blog, en buena parte por su impactante titular, La industria editorial ha dado un giro de 360º en 10 años (y no es un error), que además en realidad no se corresponde exactamente con su contenido.

Según el autor del artículo, la industria editorial ha girado sobre su eje tras la aparición del libro electrónico y los vaticinios de la muerte del papel, hasta llegar de nuevo al punto de partida. Eso sería como decir que a día de hoy el libro digital se ha esfumado y todo lo que se vende y lee es libro impreso, aunque en verdad lo que se afirma concretamente en el desarrollo es que las ventas en formato digital se reducen, las de papel aumentan y las editoriales apuestan por las ediciones impresas de calidad.

No voy a entrar a discutir las cifras que se mencionan, que, por cierto, no se especifica de dónde salen exactamente; de cómo se suelen cocinar e interpretar este tipo de datos para que parezca que los ebooks se mueren ya hablamos en este blog hace unos meses. Pero sí quiero hacer mi propia lectura, que no coincide mucho con el titular mencionado: las editoriales quieren mantener su negocio de papel (esto no es una crítica, que conste, es perfectamente legítimo; es lo que conocen, lo que saben hacer bien tras muchos años de experiencia y para lo que tienen todo un sistema montado con muchos eslabones que no quieren, ni tampoco tienen por qué, desaparecer) y se han dado cuenta de que para competir con el formato digital tienen que hacer ediciones impresas que resalten el valor del libro-objeto.

Perfectamente razonable, en mi opinión. ¿Quiere eso decir que van a hacer ediciones cuidadísimas de todos los títulos que se publiquen? Me extrañaría. ¿Roban las ediciones de lujo mercado al ebook? Probablemente, pero tanto como para matarlo, lo dudo sinceramente.

¿Está girando la industria editorial? Indiscutiblemente, como buena industria que se precie y que quiera seguir existiendo, para adaptarse a las nuevas tecnologías, los nuevos hábitos de consumo y los nuevos consumidores. ¿Es un giro de 360º? Me remito al principio de esta entrada. Y para muestra otro botón en forma de nuevo formato: el audiolibro. Si hace un par de años nos hacíamos eco en este medio de los argumentos en contra de los audiolibros (y dejábamos claro que nosotros no estábamos de acuerdo con ellos), en los últimos meses estamos viendo un bombardeo de noticias acerca de cómo cada vez más lectores y editoriales apuestan por ellos.