Ampliamente se ha discutido ya, a veces con regocijo otras como un lamento, cómo la edición digital ha “democratizado” el acceso a la publicación. La autopublicación está más extendida que nunca y cada vez hay más pequeñas editoriales, como sinerrata, que empiezan proyectos que quizá no hubieran podido existir de otra forma.
A día de hoy, además, los grandes editores ya se han lanzado a las procelosas aguas del ebook, pese a esos tímidos y confusos comienzos, haciendo que la oferta de títulos en este formato en cualquiera de las grandes librerías online sea enorme, cuando no abrumadora.
Y es aquí cuando esa “democratización” se vuelve en nuestra contra, al menos en la de los pequeños, de medios más limitados, porque el hecho de poder publicar es en realidad fútil si no conseguimos llegar hasta el lector.
También hemos hablado en otras ocasiones de la “encontrabilidad”, esa palabra medio inventada que resulta ser nuestro factor limitante a la hora de dar a conocer nuestros libros, algo que las grandes plataformas de venta de ebooks intentan solucionar mediante algoritmos de recomendación, listas de más vendidos y promociones.
El sábado pasado, sin ir más lejos, lo pudimos comprobar de primera mano, cuando uno de nuestros títulos, Allí donde el viento espera, fue Kindle Flash y llegó a ocupar el segundo puesto en los más vendidos del día. No voy a negar que el precio rebajado fuera una parte importante del éxito de ventas, pero estoy convencida de que lo que marcó la diferencia fue que, gracias a las herramientas de Amazon, los lectores nos encontraron.
Sin embargo, yo hoy me cuestiono el dilema* que da título a este post: ¿queremos que nos encuentren o que nos descubran? Es decir, ¿quiero que los lectores compren los libros que publico gracias a estrategias de promoción o que se tropiecen con ellos, se deleiten con su lectura y se los presenten a otros? Indudablemente, lo segundo, pero lo primero también ayuda.
*Reflexión que surge de la lectura de un breve pero excelente post de Seth Godin, Search vs. discovery [en inglés].
A día de hoy, además, los grandes editores ya se han lanzado a las procelosas aguas del ebook, pese a esos tímidos y confusos comienzos, haciendo que la oferta de títulos en este formato en cualquiera de las grandes librerías online sea enorme, cuando no abrumadora.
Y es aquí cuando esa “democratización” se vuelve en nuestra contra, al menos en la de los pequeños, de medios más limitados, porque el hecho de poder publicar es en realidad fútil si no conseguimos llegar hasta el lector.
También hemos hablado en otras ocasiones de la “encontrabilidad”, esa palabra medio inventada que resulta ser nuestro factor limitante a la hora de dar a conocer nuestros libros, algo que las grandes plataformas de venta de ebooks intentan solucionar mediante algoritmos de recomendación, listas de más vendidos y promociones.
El sábado pasado, sin ir más lejos, lo pudimos comprobar de primera mano, cuando uno de nuestros títulos, Allí donde el viento espera, fue Kindle Flash y llegó a ocupar el segundo puesto en los más vendidos del día. No voy a negar que el precio rebajado fuera una parte importante del éxito de ventas, pero estoy convencida de que lo que marcó la diferencia fue que, gracias a las herramientas de Amazon, los lectores nos encontraron.
Sin embargo, yo hoy me cuestiono el dilema* que da título a este post: ¿queremos que nos encuentren o que nos descubran? Es decir, ¿quiero que los lectores compren los libros que publico gracias a estrategias de promoción o que se tropiecen con ellos, se deleiten con su lectura y se los presenten a otros? Indudablemente, lo segundo, pero lo primero también ayuda.
*Reflexión que surge de la lectura de un breve pero excelente post de Seth Godin, Search vs. discovery [en inglés].