jueves, 29 de octubre de 2015

Ocho cosas que no deberías pedir a un blogger literario

Hace unos días leíamos en prensa una noticia sobre Amazon y las reseñas. Ojo, no solo hablo de reseñas de libros, sino de reseñas de productos en general, y probablemente haya ámbitos en los que este tema mueva mucho más dinero que en el nuestro. Como podéis leer, por ejemplo, en El Confidencial, Amazon ha demandado a más de 1.100 personas por publicar reseñas falsas de productos. Es decir, lo que hacía esta gente era vender su capacidad de publicar una reseña en Amazon al mejor postor.

No tengo ni idea de cómo es capaz Amazon de detectar esto, y en el artículo no se habla de libros en ningún momento. Pero sí que en alguna ocasión, al menos refiriéndose a Estados Unidos, donde el mercado de cualquier cosa es mucho mayor que aquí, he leído alguna noticia sobre ventas de reseñas de libros.

De todas formas, esta es la excusa que andaba buscando para contaros un poquito como enfocamos en sinerrata la relación con los bloggers literarios, así como con los pequeños magazines digitales que publican reseñas de libros en Internet. Y como están de moda las listas se me ha ocurrido hacerlo en forma de lista. Como dice el titular estas son, tanto si eres una editorial como si eres un autor autopublicado, las ocho cosas que yo considero que no deberías pedir nunca a un blogger literario si quieres que te reseñe.

  • No puedes pedir que compren el libro. Esta me da vergüenza incluso ponerla aquí, pero es que algunos bloggers me han comentado que reciben e-mails, me temo que de escritores autopublicados, (no chicos, eso no se hace), que les piden una reseña de su libro, y cuando el blogger acepta, a renglón seguido, les dicen donde adquirirlo. Tienes que hacerles llegar tú una copia del libro, ya sea digital o en papel, de forma gratuita. Te están ayudando.
  • La segunda es muy obvia, también, pero me temo que hay que decirlo: no le puedes pasar un ejemplar de un libro a un blogger a cambio de que hable bien. Ni es ético, ni estético, ni lógico.
  • No le puedes pedir que si no le gusta el libro no publique nada. Ojo, muchos lo hacen porque es su forma de trabajar, pero si un libro no gusta siempre ha de quedar a criterio del blogger literario si hace una reseña demoledora, por negativa, claro, constructiva señalando lo que no le gusta del libro, o si prefiere no publicar nada.
  • No puedes ofrecerles contraprestación. Alguien preguntará ¿y por qué? Muy sencillo, si remuneras la reseña, la estás comprando. Otra cosa es que te las ingenies para mimar a la comunidad de bloggers de forma colectiva, ya sea haciendo algún sorteo, o de otra forma más imaginativa, como organizando un encuentro, por ejemplo.
  • No puedes condicionar el futuro envío de otros libros a que guste el primero. A ver, actuemos con lógica: obviamente si a un blogger le ha dado repelús el libro de un autor, puede no ser buena idea que le mandes el siguiente, pero siempre puedes enviarle otro libro. Si a un blogger le da repelús todo tu catálogo pueden estar pasando dos cosas: definitivamente los libros son muy malos o te has equivocado de blogger.
  • No trates peor a un blogger que a un medio más grande. Aunque tenga pocas visitas ya de por sí su opinión es importante, y su tiempo, el tiempo que ha dedicado a tu libro.
  • No exijas sesudas críticas literarias. Y ojo, que hay bloggers que diseccionan un libro a la perfección. Pero de entrada yo no es lo que buscaría, ya que creo que lo importante es que nos cuenten su experiencia de lectura. Los booktubers tienen muy claro, la mayoría de ellos, que no son reseñadores. Algunos bloggers literarios en cambio, en mi opinión, son tan buenos como el crítico literario de cualquier suplemento dominical. Hay muchos estilos de hacer las cosas, y la mayoría de ellos son interesantes.
  • No exijas que suban las reseñas a sitios como Amazon o Goodreads. Y aquí cierro el bucle, hablando de Amazon. Considero que puedes transmitir que eso eso es importante para ti o tu empresa, ya que lo es, pero que en ningún momento deberías ponerlo como condición.
Y de momento, esto es todo. Puede que intente mejorar y ampliar esta lista, si por ejemplo algún blogger literario nos comenta a continuación que es lo que en ningún caso toleraría que le pidieran cuando le piden una reseña.

jueves, 22 de octubre de 2015

Libros enriquecidos


Hoy tenía otro tema para esta entrada, pero un artículo que he leído esta misma mañana del siempre interesante Manuel Gil, me ha hecho recordar que hace tiempo que quería compartir aquí mis particulares opiniones sobre los llamados libros enriquecidos.

Ya desde el principio de la revolución digital en el mundo del libro, muchos de sus defensores incluían entre sus argumentos la posibilidad de enriquecer los ebooks. Esto es, básicamente, añadir a los libros contenido multimedia, como vídeo y audio, además de aprovechar las enormes posibilidades del nuevo formato para crear vínculos y enlaces que permitan la interacción por parte del lector, saltos en el texto, finales alternativos, añadir materiales extra y mil cosas más. No hace falta imaginar demasiado para darse cuenta de las ventajas que esto supone para casi cualquier tipo de libro, pero en concreto para el libro de texto y divulgativo, campo en el que ya hay varios ejemplos espectaculares, o para el libro infantil.

Transcurridos unos cuantos años, el libro digital es ya el presente y sin embargo es cierto que los libros enriquecidos no han llegado aún a explotar, al menos desde el punto de vista de la cantidad de títulos presentes en el mercado, aunque las prediciones anteriores parecían indicar lo contrario. En este tiempo han aparecido también algunos artículos en los que se revisan los posibles motivos de este hecho, que en mi opinión se pueden resumir en un par de puntos:
  • El coste de producción. Que la tecnología permita añadir estos enriquecimientos a los libros electrónicos no quiere decir que sea barato. De hecho, en muchos casos es todo lo contrario, si tenemos en cuenta los gastos de producir los materiales multimedia, por ejemplo, o que los costes de composición/maquetación aumentan. En unas condiciones en las que las ventas de libros en general han disminuido y los editores están pasando por una situación económica más apretada, no siempre es fácil afrontar proyectos que requieren una mayor financiación.
  • El precio de los libros electrónicos y aplicaciones. Rentabilizar la inversión (del punto anterior) manteniendo los precios que el mercado admite, que en la edición digital son sensiblemente menores, puede resultar complicado.
  • Géneros y temáticas. Hay cierto tipo de libro que se beneficia claramente de estas características especiales, como comentaba unos párrafos más arriba, pero sin embargo otros, como la ficción pura y dura, no tanto. Admito que este argumento es puramente personal, pero a mí, como lectora, no me resulta del todo confortable cuando hay algo que me rompe el ritmo de lectura, si tengo que ir siguiendo enlaces, yendo y viniendo por el texto o viendo vídeos.
A pesar de todo ello, también opino que los editores (y por supuesto también me incluyo) hemos incorporado la edición digital a nuestros hábitos de papel y muchas veces nos olvidamos de todas estas posibilidades.

jueves, 15 de octubre de 2015

Mercado digital europeo

Este año, por diversos motivos que ahora no vienen a cuento, no he podido asistir a Liber. Tras leer las crónicas de Manuel Gil y Bernat Ruiz, me quedo con la sensación de que no me he perdido demasiado, pero lo cierto es que me hubiera gustado ver amigos y colegas (o amigos-colegas) y haber escuchado alguna que otra charla que prometía ser interesante. Una de ellas es una mesa redonda sobre el impacto del mercado único digital europeo en el modelo de negocio del sector editorial, de la que hacen una previa en la web cultural Dosdoce.com

Puede sonar contradictorio, por innecesario, que en un escenario digital en el que todo parece estar a nuestro alcance, la Unión Europea se plantee tomar una serie de medidas para potenciar un mercado digital europeo. Al fin y al cabo, a golpe de click podemos comprar casi cualquier cosa de cualquier parte del planeta, ¿o no? Sí y no, o sí pero con limitaciones, ya que hay una serie de aspectos que no nos lo pone tan fácil o que hace que nuestros derechos como consumidores no sean respetados de la misma manera que en el mercado físico, ya regulado en ese sentido desde hace tiempo.

Obviamente, este proyecto de la Comisión Europea tiene en su punto de mira todo el ámbito del mercado digital e incluye todo tipo de bienes y servicios, pero dejadme que arrime el ascua a mi sardina y me centre en la parte que le toca al libro electrónico. Desde mi punto de vista, los aspectos específicos que habría que considerar en cuanto a los libros digitales son los siguientes (la lista no pretende ser exhaustiva y el orden es absolutamente arbitrario):

  • Copyright. En un ámbito más general, no solo en el digital, sería interesante unificar la legislación en cuanto a los derechos de autor en todos los países europeos, de forma que todos los editores nos ubiquemos en un mismo marco legal.
  • DRM. Aunque parece que los sistemas de protección de los libros electrónicos van derivando hacia versiones menos rígidas y más amables para los usuarios-lectores, en mi opinión es imprescindible renunciar de forma global a cualquier método que limite el uso de los ebooks por quienes los compran.
  • Formatos. El uso generalizado de un formato estándar y abierto para los libros digitales es el camino a seguir en este mercado común. Considero fundamental que cualquier ebook comprado en cualquier tienda digital pueda ser leído en cualquier aplicación y dispositivo.
  • Impuestos. No me voy a repetir ahora con la necesidad de igualar el IVA de los libros digitales a los impresos, pero además, este impuesto debería ser el mismo en todos los países y así nos evitaríamos fugas de impuestos y competencias no del todo leales.
  • Bloqueo geográfico. En un mercado global como el digital cada vez tiene menos sentido la limitación geográfica en los contratos de cesión de derechos de autor, que tanto editores como autores y agentes literarios deberíamos trabajar para eliminar definitivamente.
Al margen de estas peculiaridades, me gustaría añadir un factor que no por más generalista es menos importante: el acceso a internet de calidad y a precio razonable. Si queremos un mercado digital funcional y exitoso necesitamos que el público en general pueda acceder a él de forma lo más fácil posible.

Todo esto sería un gran empuje para la Unión Europea, sus empresas digitales y sus ciudadanos, pero además, volviendo a nuestro sector, creo que podría proporcionar una posición de ventaja a los editores frente a las plataformas digitales con un ecosistema cerrado al unificar formatos, impuestos, condiciones, etc.

viernes, 9 de octubre de 2015

¿Y qué demonios es una editorial digital?

Si nos seguís en las redes sociales ya nos habréis oído hablar de la encuesta que ha puesto en marcha en su blog Razonamiento de un editor, Aharón Quincoces. Han pasado los días, y aunque nos comenta que la participación ha sido baja, acaba de publicar un análisis de los resultados.

La pregunta era la siguiente: ¿Qué es una editorial digital? Y la respuesta mayoritaria, con casi un 44% de los votos ha sido la que define a una editorial digital como aquella que maneja un flujo de trabajo digital.

He de decir que realmente esta es la respuesta adecuada, a tenor de lo que comenta Aharón sobre los resultados de la encuesta, y de la definición sobre nuestro trabajo en sinerrata que le he pedido a Amalia López, editora de esta santa casa:
Aunque reconozco que no tengo cien por cien clara la definición de editorial digital, creo que es un concepto muy amplio y también difuso, entre las opciones de la encuesta la que más se acerca a mi concepción particular es "la que tiene un flujo de trabajo digital". Y en ese flujo de trabajo incluyo la distribución, aunque el producto final, el libro, no sea digital, como en el caso de sinerrata con la impresión bajo demanda, aunque tampoco creo que sea imprescindible. Quiero decir, que también podemos pensar que la distribución sale del ámbito de la editorial en sí misma. En mi opinión, una editorial digital es aquella que tiene un proceso totalmente digital,  aunque a final de la línea de producción el resultado pueda ser tanto un libro impreso como uno electrónico (y siempre teniendo en cuenta que para cada uno de los formatos se pueden necesitar distintos caminos).
Obviamente estoy de acuerdo  con ambos editores, sobre todo teniendo en cuenta que ellos son los que conocen a fondo los entresijos del mundo editorial. Pero no me resisto a hacer una matizaciones poniéndome más en la piel del lector, del comprador de libros, a pesar de trabajar codo con codo con los profesionales de la edición.

Yo no me llevaría, por ejemplo, las manos a la cabeza, por ese 25% de personas que responden que una editorial digital es la que publica sólo e-books. ¿Por qué hacerlo? Es absolutamente normal que un lector intente definir más a una editorial por el producto que le hace llegar a sus manos, que por un flujo de trabajo interno que no tiene por qué conocer. No es "su trabajo" conocerlo, sino disfrutar de sus libros.

Por otro lado, ¿no tiene flecos que se escapan el hecho de decir que una editorial digital tiene un flujo de trabajo digital? ¿Qué empresa, de lo que sea, hoy en día, no ha ido transformando parte de su flujo de trabajo, sino todo, a digital? ¿No puede haber editoriales cuyo único "producto" sea el libro en papel pero su flujo de trabajo sea principalmente digital? Entonces, en cierto modo todas las editoriales son digitales, ¿o no?

Así que, de nuevo, aunque creo que están equivocados, entiendo a la perfección a ese 25% de respuestas. En definitiva, según el prisma me parecen válidas todas las respuestas de la encuesta, excepto aquellas editoriales gestionadas por androides que implantan historias digitales en nuestro cortex cerebral. Pero, !aich!, esa no estaba.

jueves, 1 de octubre de 2015

La distribución digital para una pequeña editorial

Parece que fue ayer, sobre todo porque muchos debates siguen estando abiertos y se repiten periódicamente, cuando empezamos a hablar sobre la edición digital y los cambios que introducía en la cadena del libro, hace ya unos cuantos años, y uno de los elementos que sufrieron los primeros ataques fueron las distribuidoras.

Es muy cierto que el trabajo de las distribuidoras tradicionales está vinculado principalmente al transporte de los libros desde la editorial a las librerías y vuelta, con las devoluciones, y ese transporte simplemente no existe en el caso de la edición digital, donde lo que tenemos es un envío electrónico de archivos a las distintas plataformas y puntos de venta online.

Tampoco ayudó la llegada de Libranda, un monstruo (lo siento, es la primera palabra que me ha venido a la mente) creado por los principales grupos editoriales con un mensaje, no tan subliminal, monopolista y un tanto prepotente. [Muy interesante a este respecto el artículo que publicó José Antonio Millán en su blog ante la noticia de su desembarco, especialmente los comentarios (artículo que recupero gracias a la entrada de Mariana Eguaras también mencionada un poco más abajo en este texto)]. En este punto, muchos (incluida yo misma) vimos la distribución digital como un mero calco de su equivalente para el libro impreso, que poco aportaba en un mundo digital y sin embargo pretendía quedarse con una parte del pastel. A modo informativo, en esta entrada de Mariana Eguaras en su excelente blog, se muestra el reparto de porcentajes del libro digital (en contraposición al impreso) y lo que suelen cargar las distribuidoras.

Ha pasado ya algún tiempo y las distribuidoras digitales siguen sin ser un elemento imprescindible en este nuevo (o ya no tanto) paradigma. Hay una buena cantidad de autores que se encargan ellos mismos de la distribución, como parte de la autopublicación, como también hacen algunas pequeñas e incluso medianas editoriales. Nosotros, sin ir más lejos, empezamos trabajando directamente con casi todas las librerías digitales. Sin embargo, una vez que los procesos y ciclos digitales se han asentado y cada agente ha ido encontrando su sitio, las distribuidoras digitales, o al menos algunas, están sabiendo aportar valor a la cadena y convertirse en un elemento fundamental para las editoriales que, como sinerrata, no tienen un catálogo muy extenso ni grandes recursos.

En este mundo digital donde cada vez hay más libros y más dificultades para conseguir visibilidad (como ya comentábamos aquí hace algún tiempo), es verdaderamente importante la relación con el punto de venta y conseguir entrar en sus promociones y eventos destacados, y eso, para pequeños editores como nosotros, prácticamente solo es posible gracias un intermediario fuerte que no solo lleve nuestros libros allí donde tienen que estar, sino que además los presente, los promocione y los defienda. En realidad, prácticamente lo mismo que hacen las buenas distribuidoras de papel pero que ha tardado un poco más en llegar al mundo digital.