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Derechos de la imagen: fdecomite vía Visual hunt / CC BY |
No es la primera vez que hablamos de esto y probablemente no será la última, el asunto de la equiparación del IVA que se aplica a los libros de papel, reducido del 4%, al IVA de los libros digitales, el normal del 21%, más que un asunto fiscal parece un culebrón analógico.
Si a finales del año pasado, en esta entrada de Javi de Ríos, nos congratulábamos con lo que parecía el fin de un sinsentido (que los libros electrónicos tributen a un tipo más alto, basándose en una diferencia de formato, no de contenido, que es exactamente igual de cultural que el del libro impreso), solo unos meses más tarde el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, en un alarde de modernidad y de estar a la altura de los tiempos que corren, sentenció que los ebooks, porque se comercializan sin un soporte físico sino de forma electrónica, se consideran servicios y por tanto no pueden beneficiarse de un IVA reducido. Ahí queda eso, una lógica aplastante, ¿verdad?
Afortunadamente, en mi opinión, los eurodiputados (o al menos algunos) tienen una mente más abierta y, sobre todo, más al día, y votaron por mayoría este mismo mes en la Eurocámara una propuesta para igualar, a la baja, el IVA de los dos formatos. Pero con este historial, cuando leí la noticia me guardé mucho de cantar victoria aún y, efectivamente, apenas esta semana conocemos que los titulares de economía y finanzas de la Unión Europea no han sido capaces de llegar a un acuerdo para esta equiparación, por vaya usted a saber qué motivos.
Cualquiera diría que estamos hablando de perdonar la deuda de los bancos o de amnistiar fiscalmente a defraudadores millonarios, temas controvertidos y sin duda generadores de conflictos morales entre los que nos gobiernan y regulan. Pero no, simplemente es una cuestión de tratar fiscalmente con el mismo criterio a un mismo contenido que se comercializa en formatos diferentes. O eso me parece a mí, claro