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jueves, 22 de junio de 2017

A vueltas con el IVA (de los libros electrónicos)

Derechos de la imagen: fdecomite vía Visual hunt / CC BY
No es la primera vez que hablamos de esto y probablemente no será la última, el asunto de la equiparación del IVA que se aplica a los libros de papel, reducido del 4%, al IVA de los libros digitales, el normal del 21%, más que un asunto fiscal parece un culebrón analógico.

Si a finales del año pasado, en esta entrada de Javi de Ríos, nos congratulábamos con lo que parecía el fin de un sinsentido (que los libros electrónicos tributen a un tipo más alto, basándose en una diferencia de formato, no de contenido, que es exactamente igual de cultural que el del libro impreso), solo unos meses más tarde el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, en un alarde de modernidad y de estar a la altura de los tiempos que corren, sentenció que los ebooks, porque se comercializan sin un soporte físico sino de forma electrónica, se consideran servicios y por tanto no pueden beneficiarse de un IVA reducido. Ahí queda eso, una lógica aplastante, ¿verdad?

Afortunadamente, en mi opinión, los eurodiputados (o al menos algunos) tienen una mente más abierta y, sobre todo, más al día, y votaron por mayoría este mismo mes en la Eurocámara una propuesta para igualar, a la baja, el IVA de los dos formatos. Pero con este historial, cuando leí la noticia me guardé mucho de cantar victoria aún y, efectivamente, apenas esta semana conocemos que los titulares de economía y finanzas de la Unión Europea no han sido capaces de llegar a un acuerdo para esta equiparación, por vaya usted a saber qué motivos.

Cualquiera diría que estamos hablando de perdonar la deuda de los bancos o de amnistiar fiscalmente a defraudadores millonarios, temas controvertidos y sin duda generadores de conflictos morales entre los que nos gobiernan y regulan. Pero no, simplemente es una cuestión de tratar fiscalmente con el mismo criterio a un mismo contenido que se comercializa en formatos diferentes. O eso me parece a mí, claro

jueves, 1 de diciembre de 2016

Un libro electrónico es un libro, estúpido

Si doy por hecho que es cierta y definitiva la noticia que bajo el título Europa acaba con la discriminación del IVA electrónico publican en el magazine CTXT, puede suponer, de una vez por todas, el fin de la que es, para mí, una discriminación flagrante: la diferencia entre el IVA que el consumidor tiene que pagar al adquirir una misma obra literaria en formato papel (4%) o en formato digital (21%, el tipo máximo).

Cuenta el redactor de la noticia que España se va a ver abocada a equiparar los impuestos indirectos de las publicaciones impresas y de las digitales. Ahora está por ver si algún lumbreras decide que la forma de hacerlo es subiendo el IVA "al papel", que ya estamos aquí todos curados de espanto. De hecho, cada país de la UE podrá seguir fijando el IVA que quiera, ya que lo que se regula es la eliminación de esta absurda diferencia.

Está claro que para la editoriales, y los grupos de prensa también, que trabajan en formatos digitales, este tema ha supuesto un perjuicio económico, pero en el caso del mundo del libro, por decirlo de un modo rimbombante, ha supuesto un ninguneo a la calidad del trabajo de mucha gente. Hablo de trabajo bien hecho, en el caso de editoriales como sinerrata, que funcionan en todos los aspectos, menos en el del formato elegido, de forma convencional: apostando por la obra de un autor y defendiéndola contra viento y marea. Y añadiría yo, sin dejar nunca atrás a un libro anteriormente publicado, ya que en nuestro caso "no se agotan las ediciones", y un libro no se tiene que "apartar para dejar paso a otro".

Mucha gente ha jugado en este tema al despiste, intentando que se confunda publicar en digital con autopublicación, sin que tengan necesariamente que ser dos cosas que van de la mano. (Puede haber mucha calidad en la autopublicación, pero no hay filtros, y hay de todo). De algún modo muchos consideran un libro digital una especie de obra de tercera categoría, mientras que en los casos del cine y de la música ya todo el mundo ha asumido el vertiginoso paso de unos formatos a otros.

Para los amantes de las batallas cuando no debería haberlas, los que agitan contentos las estadísticas cuando al parecer dicen que el libro electrónico no crece todo lo rápido que debería, (su cuota de mercado, claro), decirles únicamente que lo que importa es la literatura, lo que importa es el contenido, y eso es lo que algunos amamos, venga en el soporte que venga. Leemos lo que nos cae en las manos, en digital o en papel según las circunstancias, porque lo que nos pierde no son los bits de información ni la celulosa: son los libros.

jueves, 24 de noviembre de 2016

En defensa de la cultura como profesión

Tengo que admitir que, a menudo, los discursos en defensa de la cultura (como negocio), normalmente por miembros del propio sector, me dan cierta pereza. Probablemente esté influenciada por ciertos prejuicios, pero he escuchado ya demasiados que básicamente se fundamentan en la queja y el lloro por lo mal que están las cosas para sus respectivos negocios (editoriales, librerías, cines, teatros…) y piden ayuda institucional en forma de ventajas fiscales y, la palabra mágica en nuestro país, subvenciones. Ojo, que no estoy diciendo que esto no pueda tener su utilidad, pero dudo, y mucho, que sean parte relevante de la solución. Por ejemplo, si una editorial no es rentable, da igual cuántas subvenciones reciba que seguirá sin serlo, aunque sin duda se prolongará su vida artificialmente mientras estas continúen. (En el caso contrario, me consta que hay determinadas obras de gran valor que nunca verían la luz si no fuera por contar con alguna ayuda, a la edición o a la traducción, porque su potencial comercial no lo permitiría.) En el caso concreto del libro electrónico, ya me habréis oído (o leído) pedir su equiparación con el impreso a nivel de IVA, pero en mi caso porque me parece no solo una injusticia que sea tratado de forma diferente tributariamente sino porque además creo que esa diferenciación contribuye a la impresión de que el ebook es un libro de segunda (si acaso es un libro); sin embargo nunca se me ocurrirá decir que por culpa de ese 21% la edición digital no arranca o mi editorial no sobrevive.

Es por eso que cuando leí esta entrada en el blog Viajero a Ítaca, me sentí totalmente identificada con el mensaje: defender la cultura como profesión digna y económicamente rentable. Creo que el caso de los creadores (escritores, artistas, intérpretes) es el peor, pero es común que los profesionales de la cultura en general, sea en el ámbito que sea, se consideren seres peculiares que trabajan por amor al arte y tiene derecho a cobrar algo por su trabajo pero no tanto a vivir de ello (exceptuando los grandes genios en cada disciplina, claro). Y es una vida dura, porque por muy vocacional que sea, es agotador luchar por el siguiente contrato, vender el siguiente cuadro, dar a conocer la siguiente novela…

Yo, como el viajero, también sueño con ayuda institucional, pero esa que promueve la lectura, las visitas a museos, al cine, al teatro… y dignifica a todos los que se dedican o quieren dedicarse a que todos seamos un poco más ricos, un poco más cultos

jueves, 14 de abril de 2016

El particular universo del sargento Carmelo Domínguez


Muchos de los que, como yo, sois amantes de la novela negra (y no solo) estaréis de acuerdo conmigo en que las series* son una bendición lectora. Hay pocas cosas que me produzcan tanto placer como encontrar un personaje que me gusta, escrito por un autor que sabe lo que se hace y te mantiene atado a las páginas durante toda la novela, y saber que mi disfrute no acabará ahí, sino que tengo toda una colección para reencontrarme con él.

Una de estas series, que publicamos en sinerrata, es la que tiene como protagonista a un peculiar sargento de la Guardia Civil, residente del especial y ficticio pueblo de Santa Honorata, en plena Sierra Morena andaluza en los años cincuenta del siglo pasado: el sargento Carmelo Domínguez**. Sus circunstancias personales y familiares y habilidades deductivas son tan interesantes que no quiero destriparos aquí las dos novelas** que llevamos publicadas, sino que os invito a que las descubráis por vosotros mismos. Pero para que podáis haceros una idea de lo que os vais encontrar en ellas, su autor, Fernando Roye, mantiene un estupendo blog, La mirada azul y negra, en el que nos cuenta curiosidades sobre el mundo en el que se enmarcan. Por ejemplo, tenéis una vista de pájaro de la localidad real en la que se inspira Santa Honorata o una imperdible recopilación de las lecturas negras de Benito Viedma, otro de los carismáticos protagonistas de estas aventuras detectivescas.

Porque si hay algo mejor que una excelente serie, como la del sargento Carmelo Domínguez, es la posibilidad de sumergirte aún más en su particular universo.

* Javi de Ríos publicó aquí mismo la semana pasada una entrada sobre famosas series de novela negra, por si necesitáis alguna sugerencia.

** La serie del sargento Carmelo Domínguez empieza con El caso de la mano perdida y sigue con El alcornoque de los muertos. Si seguís los enlaces encontraréis más información sobre cada una de las novelas, los puntos de venta y sus primeros capítulos para descarga gratuita.

jueves, 15 de octubre de 2015

Mercado digital europeo

Este año, por diversos motivos que ahora no vienen a cuento, no he podido asistir a Liber. Tras leer las crónicas de Manuel Gil y Bernat Ruiz, me quedo con la sensación de que no me he perdido demasiado, pero lo cierto es que me hubiera gustado ver amigos y colegas (o amigos-colegas) y haber escuchado alguna que otra charla que prometía ser interesante. Una de ellas es una mesa redonda sobre el impacto del mercado único digital europeo en el modelo de negocio del sector editorial, de la que hacen una previa en la web cultural Dosdoce.com

Puede sonar contradictorio, por innecesario, que en un escenario digital en el que todo parece estar a nuestro alcance, la Unión Europea se plantee tomar una serie de medidas para potenciar un mercado digital europeo. Al fin y al cabo, a golpe de click podemos comprar casi cualquier cosa de cualquier parte del planeta, ¿o no? Sí y no, o sí pero con limitaciones, ya que hay una serie de aspectos que no nos lo pone tan fácil o que hace que nuestros derechos como consumidores no sean respetados de la misma manera que en el mercado físico, ya regulado en ese sentido desde hace tiempo.

Obviamente, este proyecto de la Comisión Europea tiene en su punto de mira todo el ámbito del mercado digital e incluye todo tipo de bienes y servicios, pero dejadme que arrime el ascua a mi sardina y me centre en la parte que le toca al libro electrónico. Desde mi punto de vista, los aspectos específicos que habría que considerar en cuanto a los libros digitales son los siguientes (la lista no pretende ser exhaustiva y el orden es absolutamente arbitrario):

  • Copyright. En un ámbito más general, no solo en el digital, sería interesante unificar la legislación en cuanto a los derechos de autor en todos los países europeos, de forma que todos los editores nos ubiquemos en un mismo marco legal.
  • DRM. Aunque parece que los sistemas de protección de los libros electrónicos van derivando hacia versiones menos rígidas y más amables para los usuarios-lectores, en mi opinión es imprescindible renunciar de forma global a cualquier método que limite el uso de los ebooks por quienes los compran.
  • Formatos. El uso generalizado de un formato estándar y abierto para los libros digitales es el camino a seguir en este mercado común. Considero fundamental que cualquier ebook comprado en cualquier tienda digital pueda ser leído en cualquier aplicación y dispositivo.
  • Impuestos. No me voy a repetir ahora con la necesidad de igualar el IVA de los libros digitales a los impresos, pero además, este impuesto debería ser el mismo en todos los países y así nos evitaríamos fugas de impuestos y competencias no del todo leales.
  • Bloqueo geográfico. En un mercado global como el digital cada vez tiene menos sentido la limitación geográfica en los contratos de cesión de derechos de autor, que tanto editores como autores y agentes literarios deberíamos trabajar para eliminar definitivamente.
Al margen de estas peculiaridades, me gustaría añadir un factor que no por más generalista es menos importante: el acceso a internet de calidad y a precio razonable. Si queremos un mercado digital funcional y exitoso necesitamos que el público en general pueda acceder a él de forma lo más fácil posible.

Todo esto sería un gran empuje para la Unión Europea, sus empresas digitales y sus ciudadanos, pero además, volviendo a nuestro sector, creo que podría proporcionar una posición de ventaja a los editores frente a las plataformas digitales con un ecosistema cerrado al unificar formatos, impuestos, condiciones, etc.

jueves, 12 de marzo de 2015

¿No todos los libros son libros?


La semana pasada, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que el IVA reducido del que se benefician en varios países, como España, los libros impresos no puede aplicarse a los libros digitales puesto que estos no son un producto sino un servicio (aquí podéis leer la sentencia [en inglés]). Contrariamente a lo que he podido leer en algún blog, el motivo que esgrime el tribunal para establecer esta distinción no se fundamenta en que los ebooks, debido a los sistemas de protección y/o comercialización de las plataformas, no proporcionan a los consumidores los mismos derechos que los libros de papel, sino porque consideran que todo lo que se distribuye y entrega a través de internet o una red electrónica es un servicio.

Lo que más me ha llamado la atención es que refuerzan la decisión utilizando el argumento del soporte, claramente físico para el papel e intangible para el digital, lo que igual tuvo sentido en algún momento del pasado pero hoy en día me resulta completamente absurdo. Es verdad, el libro electrónico es un archivo y no un objeto pero, ¿es un libro menos libro porque lo guardo en mi ordenador o mi lector electrónico en vez de en la estantería? ¿Cuándo leo un libro digital la experiencia cultural es menor que cuando es un libro de papel? Es decir, lo que este tribunal ha sentenciado (o esa es mi interpretación) es que lo que hace de un libro un producto cultural y por tanto merecedor de un impuesto reducido (y un menor coste para los consumidores) es el papel en el que está impreso.

Podemos hablar largo y tendido sobre qué formato nos gusta más, cuál nos proporciona mejor experiencia de lectura o nos resulta más conveniente, pero lo que para mí no tiene discusión es que el valor cultural del libro no está en el soporte sino en el contenido, igualmente accesible se lea donde, como y cuando se lea. Y se haya comprado donde, como y cuando se quiera.

Por cierto, que en sinerrata también pensamos que la mayoría de sistemas de protección de los libros digitales coartan los derechos de los lectores y por eso no los usamos en los libros que publicamos.