...que vamos a hablar de vosotros. En realidad nadie tiene de qué preocuparse, porque yo personalmente todo lo que tengo que decir de las nuevas formas de prescripción es bueno, y tampoco arremeto demasiado contra las clásicas, así que no soy demasiado peligroso.
Me da bastante rabia construir una opinión basándome en la que ya ha vertido Bernat Ruiz Doménech, porque acostumbramos a estar sonrojantemente de acuerdo, (me pasa lo mismo con Amalia López, editora de esta casa). En este caso no ha lugar a excepciones, y además he titulado de forma bastante "floja", porque el título bueno se lo ha quedado Bernat: Prescripción, sabiduría de las multitudes o cómo 100.000 moscas no suelen equivocarse.
Os recomiendo leerle primero a él, y ya después hablo yo, y así no me repetiré demasiado ;-)
La verdad es que ese dicho siempre me ha parecido injusto. Es cierto que, quien más, quien menos, nos gusta desmarcarnos de los gustos mayoritarios cuando no los sentimos como propios. Pero siempre hay que tener un mínimo respeto por lo que opina una gran masa de gente porque, ¡atención, a veces tienen razón!
Lo que yo personalmente tengo claro es que la prescripción ya no está cautiva de los prescriptores tradicionales, críticos de grandes medios, por ejemplo, sino que hoy en día, cualquiera con un blog, un canal de Youtube, o su mera presencia en redes sociales, puede dar a conocer a la gente de su entorno digital lo que piensa de la última obra que ha leído (o visto, o escuchado...). Es cierto que cada uno de estos pequeños prescriptores no va a catapultar las ventas de un libro, como lo puede hacer, (o lo hacía, más bien), una reseña en en las páginas del suplemento cultural de un gran periódico, o la opinión de una presentadora. En Estados Unidos saben muy bien que si un libro le gusta a Oprah Winfrey, ya no no hace falta que el libro guste a nadie más, independientemente de lo bueno o malo que sea se va a vender.
Para el caso que nos ocupa yo estoy de acuerdo en que funciona el concepto que nos explica Bernat, el de la sabiduría de la multitud. Me parece personalmente que la opinión de diversos bloggers sobre un libro en concreto tiene más valor que una única opinión de un crítico de renombre. Tiene valor, en función del concepto comentado, si varias personas coinciden en marcar un defecto o una virtud de un libro, pero yo añadiría que su opinión personal es respetable e interesante, incluso cuando la consideremos equivocadas. Si después uno de esos pequeños prescriptores resulta no ser tan diminuto, y su opinión tiene cierto eco en redes sociales o entre otros bloggers, estaríamos ante un plus, ante una ventaja adicional.
Una pregunta que me gustaría lanzar al aire, porque no lo tengo nada claro, es la siguiente: si varios pequeños prescriptores señalan de forma más o menos similar algo que no les gusta de un libro, ¿un editor debería plantearse modificar el libro, o debería ser fiel a sus planteamientos inciales? Yo ahí lo dejo.
Os recomiendo leerle primero a él, y ya después hablo yo, y así no me repetiré demasiado ;-)
La verdad es que ese dicho siempre me ha parecido injusto. Es cierto que, quien más, quien menos, nos gusta desmarcarnos de los gustos mayoritarios cuando no los sentimos como propios. Pero siempre hay que tener un mínimo respeto por lo que opina una gran masa de gente porque, ¡atención, a veces tienen razón!
Lo que yo personalmente tengo claro es que la prescripción ya no está cautiva de los prescriptores tradicionales, críticos de grandes medios, por ejemplo, sino que hoy en día, cualquiera con un blog, un canal de Youtube, o su mera presencia en redes sociales, puede dar a conocer a la gente de su entorno digital lo que piensa de la última obra que ha leído (o visto, o escuchado...). Es cierto que cada uno de estos pequeños prescriptores no va a catapultar las ventas de un libro, como lo puede hacer, (o lo hacía, más bien), una reseña en en las páginas del suplemento cultural de un gran periódico, o la opinión de una presentadora. En Estados Unidos saben muy bien que si un libro le gusta a Oprah Winfrey, ya no no hace falta que el libro guste a nadie más, independientemente de lo bueno o malo que sea se va a vender.
Para el caso que nos ocupa yo estoy de acuerdo en que funciona el concepto que nos explica Bernat, el de la sabiduría de la multitud. Me parece personalmente que la opinión de diversos bloggers sobre un libro en concreto tiene más valor que una única opinión de un crítico de renombre. Tiene valor, en función del concepto comentado, si varias personas coinciden en marcar un defecto o una virtud de un libro, pero yo añadiría que su opinión personal es respetable e interesante, incluso cuando la consideremos equivocadas. Si después uno de esos pequeños prescriptores resulta no ser tan diminuto, y su opinión tiene cierto eco en redes sociales o entre otros bloggers, estaríamos ante un plus, ante una ventaja adicional.
Una pregunta que me gustaría lanzar al aire, porque no lo tengo nada claro, es la siguiente: si varios pequeños prescriptores señalan de forma más o menos similar algo que no les gusta de un libro, ¿un editor debería plantearse modificar el libro, o debería ser fiel a sus planteamientos inciales? Yo ahí lo dejo.
Esa pregunta que haces es muy difícil de contestar, porque el escritor o editor debe tener en cuenta la opinión del público, que es para quien trabaja; pero además de ser fiel a sus convicciones. Biquños!
ResponderEliminarBernat ha prometido una segunda parte, así que hay que estar atentos.
ResponderEliminarRespecto a la pregunta, creo que depende de la obra y del autor. Si es narrativa es difícil que se altere la obra a gusto de varios lectores que, por otro lado, no son todos. En el caso de otras obras sí podría generarse tal cambio, por lo menos en la versión digital, sobre todo en libros técnicos o similares. Y, por supuesto, siempre con el visto bueno del autor.
Ojo, sabía que la pregunta era complicada, por eso la hago, je, je. Espero ansioso la segunda parte del artículo de Bernat.
ResponderEliminarHola Javier,
ResponderEliminarPrecisamente de eso va la segunda entrega que estoy preparando, de las consecuencias de una prescripción negativa pero, sobre todo, de poder aprovechar lo que nos aportan las herramientas de lo que yo llamo "prescripción temprana". Si un editor ve que muchos pequeños prescriptores coinciden en una crítica y dichos prescriptores forman parte o influyen en el público de la obra en cuestión, como mínimo debe tenerlo presente.