miércoles, 8 de julio de 2015

Lecturas de verano

A estas alturas del año, muchos de vosotros (o eso esperamos) estáis ya de vacaciones o soñando hasta despiertos con ellas. Os podemos asegurar que en nuestro caso es lo segundo, mientras vamos preparando la lista de lecturas para estos días de asueto y de, ¡por fin!, unas cuantas horas libres que dedicar a leer perezosamente... Lo que os decía, soñando hasta despiertos.

No sé si también os pasa, pero una de las partes que más me gusta de las vacaciones, o de un viaje, es el mero hecho de prepararlas. Mientras pienso en dónde voy a ir o lo que voy a hacer o simplemente en qué voy a emplear ese tiempo libre, ya empiezo a disfrutarlo. Y lo mismo me ocurre con la lista de lecturas; me resulta de lo más placentero ir revisando y recopilando los libros que no he podido leer durante el año por falta de tiempo, esos que me he ido apuntando para precisamente este momento y también los que me han saltado desde otras listas que en estas fechas encontramos en medios y blogs o que nos proporcionan amigos y colegas. Llegados a este punto, creo que os podéis imaginar que me resulta imposible leer ni la mitad de lo que me propongo, pero eso es también parte de la diversión.

Hemos preguntado a los autores y colaboradores de sinerrata por sus recomendaciones o propósitos de lectura de verano, esperando que os puedan servir de inspiración o incluso daros una o varias ideas.

Maia Losch, la autora de Allí donde el viento espera, nos recomienda a Patrick Modiano, a quien ha conocido recientemente, dice, gracias al premio Nobel de Literatura que recibió el año pasado. Maia está leyendo ahora mismo, y disfrutando, Expiación, de Ian McEwan, y, aunque confiesa que sus lecturas son más de invierno que de verano, pone en su lista a Amos Oz y El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez.

Carlos Laredo, el escritor detrás de la serie del cabo Holmes, nos cuenta que él cada verano relee a Proust, particularmente El mundo de Guermantes (la tercera parte de En busca del tiempo perdido). Este verano piensa leer también Hombres buenos de Arturo Pérez Reverte y recomienda Enterrado en vida, de Arnold Bennet, El marciano, de Andy Weir, La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker, y cualquier título del divertido P.G Wodehouse, como Omnibus Jeeves. Otra vuelta de tuerca.

En la lista de lecturas de verano de Fernando Roye, el autor de El caso de la mano perdida, están: El tango de la vieja guardia, de Arturo Pérez Reverte, para hacer un viaje en el pasado y visitar Argentina, la Riviera francesa y Sorrento; Carreteras secundarias, de Ignacio Martínez Pisón, para recuperar las playas de invierno; El señor Malaussène, de Daniel Pennac, para vivir e integrarse en el barrio de Belleville de París; La interpretación del asesinato, de Jed Rubenfeld, para conocer a Sigmund Freud y las calles de Nueva York en 1909; y, por último, cualquier álbum de Tintín, de Hergé, para volver a la infancia.

José Morand, el autor de Devuélveme mi noche rota, nos recomienda para este verano: 
Dogma, de Lars Iyer. Es la segunda parte de una trilogía iniciada con Magma. En ella se narran las chanzas, los absurdos dictámenes, los desvergonzados discernimientos de un par de colegas escritores y filósofos, uno ligeramente más exitoso que el otro; pero, ambos, igualmente aficionados a la bebida. Se trata de un par de inútiles; auténticos damnificados de la ineficacia de su propio esnobismo. En esta segunda parte, viajan al Sur. La novela reproduce situaciones hilarantes derivadas de poner a este par de sofisticadísimos esnobs en el contexto rudo y ceñudo del Sur de los Estados Unidos.
Los Living, de Martín Caparrós. Esta novela fue Premio Herralde en 2011. A mi modo de ver, siempre vale la pena leer a Caparrós. Tanto si el libro es de ficción como si no lo es. (Este año ha editado un libro de no-ficción igualmente recomendable, titulado El hambre). La novela que le dio el Premio Herralde está provista de un humor negro absolutamente imbatible. Trata de un proyecto artístico completamente disparatado. En el que las obras de arte son cadáveres embalsamados expuestos en lugares públicos. Aparte del tema artístico (el arte como cosa inerte, sin vida), la novela trata de contextualizar la compleja situación política de Argentina, con el fallecimiento de Perón como punto de partida. Sin embargo, lo que más merece la pena es el curiosísimo estilo de Martín Caparrós, y su uso de los signos ortográficos un poco a la manera de Sterne.
Ni puedo ni quiero, de Lydia Davis. Lydia Davis escribe cuentos sobre casi cualquier cosa. Es más, hace que casi cualquier cosa se convierta en una pequeña pieza narrativa. Reflexiones aparentemente banales. Anécdotas. Reinterpretaciones de lecturas ajenas. Cartas nunca enviadas a personajes imaginarios. Como Borges, en el caso de que Borges no estuviese permanentemente instalado en lo exquisito. Davis a veces es ingenua. Otras veces resulta incisiva. A mi modo de ver, una lectura fresca, en el buen sentido. Además, estuvo casada con Paul Auster y ha escrito una excelente novela (El final de la historia) como desquite de su relación fallida.
Sin embargo, nos dice también, lo que lo que se ha propuesto realmente para este verano es leerse de cabo a rabo Anna Karenina.

Lucía Solaz, la autora de Manuscrito en el tiempo, El retorno de los bardos, y Entre sombras, se plantea este verano “atacar” unos cuantos de los libros que tiene pendientes. Algunos, como Rayuela, de Julio Cortázar, llevan años en espera y de estos meses de estío no pasa, nos dice. Entre el resto se encuentran: Creative Schools, el último ensayo del magnífico Ken Robinson, Feeding your demons, de Tsultrim Allione, Crematorio, de Rafael Chirbes, Natural grace, de Rupert Sheldrake y Matthew Fox y El mago, de John Fowles. Y, desde luego, añade, como buena lectora está abierta a cualquier sorpresa literaria que la vida ponga en su camino.

Javi de Ríos, colaborador de la casa en materia de prensa, medios y blogs, nos ha enviado sus propuestas de lecturas para sus vacaciones:
Una cosa pendiente: Cristina, de Abrir un Libro, habla en redes sociales de un escritor de CF al que nunca he leído: Robert Heinlein; voy a intentar buscar algo de este autor.
Una relectura en papel: Por tercera vez voy a releer los microrrelatos de Manu Espada en Personajes secundarios.
Lecturas en digital: De pequeñas editoriales, independientes como sinerrata, y digitales, voy a leer Homo homini lupus, de Robert Shearman, publicado por Fata Libelli, y El todopoderoso Shikaku, de Naoko Tanigawa, publicado por Chidori Books.
Lecturas en papel: Son dos libros que nos han ido regalando en casa, bastante conocidos, que quiero, al menos catar, y casi seguro leer: Cabaret Biarritz, de José C. Vales, y Charlotte, de David Foenkinos.

Otra de las fantásticas colaboradoras de la editorial, Judit Rodríguez Carmona, nos recomienda un título y nos deja otro todavía pendiente:
Ya leído: Incendios, de Wajdi Mouawad (KRK a Escena). Breve y maravillosa obra de teatro, un género que siempre me ha gustado porque me permite, mejor que muchas novelas, aproximarme al máximo al escenario de la narración, traspasando las palabras; y sobre todo porque da al lector solo lo justo para pensar e interpretar la obra. Esta, Incendios, va si cabe un paso más allá. Ya no es solo el género y el mensaje, es también la forma de transmitirlo, el juego de voces y flashbacks que Mouawad hace para contar algo que, irónicamente, nos deja helados. Recomendada no, recomendadísima lectura para una de estas tórridas tardes de verano.
No leído. Stoner, de John Williams (Baile del Sol). Yo, como casi todos, me dejo guiar muchas veces por las sugerencias de mis amigos (y no tan amigos) lectores. Apenas he leído comentarios ni reseñas, y poco sé de su argumento más allá de lo que pone en su contra cubierta, pero no puedo pasar por alto un libro que me han recomendado tantas veces, así que Stoner será una de mis próximas lecturas. La verdad es que promete...

Y, ya para terminar esta entrada cargada de literatura y horas de agradable lectura veraniega, os contaré que en mi lista de vacaciones, entre otros muchos títulos, están los tres últimos casos del inspector Montalbano, creado por el inimitable Andrea Camilleri, El marciano, de Andy Weir (y no solo porque sea una recomendación de Carlos Laredo), La casa de las miniaturas, de Jessie Burton, algún libro de la serie de Harry Hole, de Jo Nesbø, y la relectura anual de Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell, que nunca falla en hacerme reír y en trasladarme a esos maravillosos y largos veranos de la infancia.

En cuanto a recomendaciones, dejadme que me despida diciendoos que cualquiera de nuestros libros será una excelente compañía para unos días de caluroso descanso.

3 comentarios:

  1. "La verdad sobre el caso Harry Quebert" lo he leído y me gustó muchísimo. En los últimos veranos he releído "Drácula", el único que he releído más de una vez. Quizá este verano también caiga. Biquiños!

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  2. En mi opinión, releer a los clásicos es una de las mejores experiencias lectoras. Muchas gracias por la visita, Cris.

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    novela negra perfecta para la playa

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