Recién empezado el nuevo curso, estamos ya manos a la obra con la edición del que será nuestro lanzamiento de otoño: el nuevo caso del sargento hechizado, Carmelo Domínguez, ese peculiar sargento de la Guardia Civil que con su especial mirada nos lleva a un pueblo serrano en la España de los años cincuenta y sus crímenes y misterios, surgido de la pluma de Fernando Roye.
Como editora, publicar un nuevo libro me hace una ilusión indescriptible; una mezcla de emoción, nervios e impaciencia por mostrar a los lectores esa historia que ya ha pasado a formar parte de tu memoria, de tu sensibilidad lectora, y que crees, confías, atrapará de la misma forma a los demás.
Pero toda publicación empieza con un enamoramiento, el que surge la primera vez que lees un manuscrito. El origen de la chispa inicial puede ser el personaje principal o algún secundario, una trama redonda y cautivadora, los diálogos, llenos de ingenio y sabiduría, una ambientación evocadora, la habilidad del autor en la conjunción de las letras, o una combinación de varios de estos elementos. En ciertas novelas hay algo que de repente nos hacer ver las líneas como un camino sin retorno hacia ese nuevo mundo que nos presenta, y ese momento es para mí, simplemente delicioso.
Si la primera lectura es el flechazo, el proceso de edición es, sin duda, la más bonita historia de amor correspondido. Durante ese tiempo de pulido y preparación del original, con sus varias y consecutivas fases, el editor bucea en todas las costuras del texto y establece una nueva relación con él y con su autor. Y en una editorial modesta como sinerrata, en la que prácticamente todo se hace en casa y por un número reducido de personas, este trabajo es todavía más intenso. Y en consecuencia, en mi opinión, más satisfactorio. Durante esta etapa nos conocemos el uno al otro (editor-manuscrito-autor-editor) y nuestra relación se desarrolla y afianza. A estas alturas no hace falta que diga cuánto me gusta esta parte de mi trabajo, ¿verdad?
Pues en eso estamos ahora, en el disfrute de conocernos y mejorarnos, dando forma a lo que, no tardando mucho, os presentaremos con toda la ilusión del mundo. La ilusión de que también vosotros os enamoréis perdidamente.
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