Escribir nos permite ser lo que no somos, vivir otras vidas a través de ese maravilloso proceso de desdoblamiento básico, imprescindible, que experimentamos cuando narramos una historia o creamos un personaje. El escritor cobra vida dando vida, sufre (y es de los sufrimientos más placentero) de una especie de esquizofrenia provocada artificialmente en la que altera su propia percepción de la realidad para convertirse en "otra cosa" y, muchas veces, en varias a la vez; como en un diálogo, por ejemplo, en el que el autor salta de frase en frase, de un ser a otro, en cuestión de segundos.
Esto le da la posibilidad (¿nos da?) de vivir muchas vidas. Pero, como en la vida misma, se hace necesario también elegir; y aquí radica la dificultad, el conflicto. Jacques Roubaud, escritor y matemático francés nacido en el año 1932, escribió lo siguiente:
“Al avanzar en la prosa me encuentro casi a cada paso la imposibilidad de mantenerla en una línea única, de dirigirla hacia un único sentido. (…) necesito explicar, pararme para traer al hilo de la narración la luz de una aclaración indispensable. (…) Es más (y es algo que está en el corazón de toda historia): no hay ninguna razón para que al abrir un paréntesis y haberme ocupado de ese paréntesis abierto, no me encuentre de nuevo con la necesidad de otro paréntesis interno, que en relación con el primero muestra la misma contradicción entre una obligación de claridad y la incomodidad de una ruptura, que el primer paréntesis había creado dentro del desarrollo del discurso principal; y así continuamente (en teoría hasta el infinito). El discurso puede necesitar ser interrumpido momentáneamente por una razón diferente, quizás fundamental aún, en el camino por el bosque de la prosa. Y llegamos, como un caballero del rey Arturo, a un claro en el bosque. Dos nuevos caminos se nos ofrecen entre los árboles, o tres, o más. ¿Cómo elegir? La naturaleza misma de lo que cuento, igual que su veracidad, anterior a toda intención de contar (“así ha sido”, “así es”, “se lo he dicho”, “así fue”), y, aún más la naturaleza misma de la operación de contar hacen inevitables estos caminos divergentes, estas ramificaciones múltiples en el mapa, estos lugares de duda donde ninguna voz es “la correcta” (Fuente: “Del texto al hipertexto: hacia una epistemología del discurso hipertextual”, de Jean Clément).
Como todo buen texto, también éste puede ser interpretado de varias maneras. Cuando yo lo leí lo primero que pensé fue que esta dificultosa bifurcación explica esa especie de angustia que surge cuando no se sabe cómo seguir, no por falta de ideas sino porque son demasiadas. Es el temor a elegir y equivocarnos. Porque cuando elegimos una y solo una opción estamos, irremediablemente, "perdiendo" las historias restantes, aquellas que hemos descartado, las que no serán contadas; todas esas vidas que jamás podremos vivir.
Esto le da la posibilidad (¿nos da?) de vivir muchas vidas. Pero, como en la vida misma, se hace necesario también elegir; y aquí radica la dificultad, el conflicto. Jacques Roubaud, escritor y matemático francés nacido en el año 1932, escribió lo siguiente:
“Al avanzar en la prosa me encuentro casi a cada paso la imposibilidad de mantenerla en una línea única, de dirigirla hacia un único sentido. (…) necesito explicar, pararme para traer al hilo de la narración la luz de una aclaración indispensable. (…) Es más (y es algo que está en el corazón de toda historia): no hay ninguna razón para que al abrir un paréntesis y haberme ocupado de ese paréntesis abierto, no me encuentre de nuevo con la necesidad de otro paréntesis interno, que en relación con el primero muestra la misma contradicción entre una obligación de claridad y la incomodidad de una ruptura, que el primer paréntesis había creado dentro del desarrollo del discurso principal; y así continuamente (en teoría hasta el infinito). El discurso puede necesitar ser interrumpido momentáneamente por una razón diferente, quizás fundamental aún, en el camino por el bosque de la prosa. Y llegamos, como un caballero del rey Arturo, a un claro en el bosque. Dos nuevos caminos se nos ofrecen entre los árboles, o tres, o más. ¿Cómo elegir? La naturaleza misma de lo que cuento, igual que su veracidad, anterior a toda intención de contar (“así ha sido”, “así es”, “se lo he dicho”, “así fue”), y, aún más la naturaleza misma de la operación de contar hacen inevitables estos caminos divergentes, estas ramificaciones múltiples en el mapa, estos lugares de duda donde ninguna voz es “la correcta” (Fuente: “Del texto al hipertexto: hacia una epistemología del discurso hipertextual”, de Jean Clément).
Como todo buen texto, también éste puede ser interpretado de varias maneras. Cuando yo lo leí lo primero que pensé fue que esta dificultosa bifurcación explica esa especie de angustia que surge cuando no se sabe cómo seguir, no por falta de ideas sino porque son demasiadas. Es el temor a elegir y equivocarnos. Porque cuando elegimos una y solo una opción estamos, irremediablemente, "perdiendo" las historias restantes, aquellas que hemos descartado, las que no serán contadas; todas esas vidas que jamás podremos vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario