Hace unos meses atrás subí a mi blog un artículo acerca de los diferentes motivos por los que algunos autores han elegido la escritura como oficio. La respuesta no es clara y está muy dividida. Yo misma me pregunto muchas veces por qué me someto a esta actividad, no siempre placentera, solitaria y dificultosa. La verdad es que no lo sé muy bien; sólo podría decir que cuando consigo armar un relato que considero respetable, mi felicidad se asemeja a una especie de sentimiento religioso.
En su obra El malestar en la cultura, Freud hace referencia a lo que él denomina el "sentimiento océanico", refiriéndose a un comentario que hizo Rolland sobre la experiencia religiosa, definiéndola como una comunión mística, una sensación de "pertenencia inmediata" con el mundo. Un poco así me siento cuando escribo, un tanto dicotómico pues para escribir uno debe alejarse del mundo, pero así es, y no me considero una persona religiosa en absoluto. Sin embargo, hasta el mismísimo Albert Einstein escribió a Max Born —físico alemán que recibiera el Premio Nobel en 1954 por sus investigaciones en el área de la física cuántica—, que "la más bella experiencia que podemos tener es la del misterio. Él es la emoción fundamental que se halla en el origen del verdadero arte y de la verdadera ciencia. Quien no sabe esto y ya no consigue sorprenderse, ya no sabe maravillarse, está prácticamente muerto y tiene los ojos vendados. Fue la experiencia del misterio mezclada con la del miedo que generó la religión. Saber de la existencia de algo en lo cual no podemos penetrar, percibir una razón más profunda y de más radiante belleza, ese saber y esa emoción, constituyen la verdadera religiosidad. En ese sentido, y sólo en él, soy un hombre profundamente religioso."
He pensado en esto muchas veces. Creo que cada quien busca su forma de ser-en-el-mundo según su experiencia personal, creencias y valores. Algunos lo harán a través de la ciencia, otros a través de la religión, el arte, las drogas, la política o el deporte. La búsqueda del éxtasis me resulta algo inherente al hombre, y la escritura resulta, para muchos de nosotros, la forma de experimentar este misterio: a través de la búsqueda de la palabra correcta, el diálogo exacto, la descripción precisa.
Esta necesidad de maravillarse, de ir más allá de la realidad concreta, de crear un mundo, se encuentra presente en varios autores de renombre. Cuando le preguntaron a Gore Vidal por qué escribía dijo que escribió Myra Breckinridge “porque no estaba ahí”. John Boyne dice que escribe “porque siempre quiero saber qué ocurrirá a continuación”. Mark Haddon respondió “una semana sin crear algún tipo de arte me resulta sumamente dolorosa”. Fernando Iwasaki afirma que escribe porque cree en la “austera inmortalidad de la palabra escrita y en las bibliotecas como paraísos laicos” (y agrega otras cosas hermosas que pueden ser leídas en el artículo completo). Andres Neuman escribe “porque me da miedo morirme sin escribir. Escribo porque quisiera ser quienes no seré, vivir lo que no vivo, recordar lo que no vi. Escribo porque, sin ficción, el tiempo nos oprime. Escribo porque la ficción multiplica la vida. Escribo porque las palabras fabrican tiempo…”. Nélida Piñón, por su parte, cree en la esperanza de que la narrativa “irradie los caprichos humanos, los intersticios del misterio, frecuente en los puntos cardinales de mi existencia...”. Álvaro Pombo considera que “escribir es… como el respirar del pranayama”. Y Soledad Puértolas asegura que cuando escribe está fuera de la realidad.
Claro que, de todas las respuestas, he elegido aquellas que mejor se adaptaban a mi teoría; que es lo que hace un buen investigador: manipula la información para llegar al resultado deseado.
Algunos autores señalaron motivos más "terrenales", como la incapacidad de hacer otra cosa, el deseo de libertad o el simple gusto por la escritura sin mayores pretensiones. Quizá estos últimos olvidaron lo duro que resulta para el aprendiz alcanzar una frase digna.
David Grossman ofreció en el año 2007 un discurso en el Congreso del Pen Club, Nueva York, en el que habló sobre su experiencia literaria y trajo a colación el cuento Una pequeña fábula, de Franz Kafka. En determinado momento del cuento la trampa encierra al ratón y el gato lo acecha por detrás. Entonces, desesperado, el ratón dice: “Ay… el mundo se hace más estrecho cada día”. Cuando escribimos, sostiene Grossman, el mundo no se cierra sobre nosotros. Concuerdo totalmente.
En su obra El malestar en la cultura, Freud hace referencia a lo que él denomina el "sentimiento océanico", refiriéndose a un comentario que hizo Rolland sobre la experiencia religiosa, definiéndola como una comunión mística, una sensación de "pertenencia inmediata" con el mundo. Un poco así me siento cuando escribo, un tanto dicotómico pues para escribir uno debe alejarse del mundo, pero así es, y no me considero una persona religiosa en absoluto. Sin embargo, hasta el mismísimo Albert Einstein escribió a Max Born —físico alemán que recibiera el Premio Nobel en 1954 por sus investigaciones en el área de la física cuántica—, que "la más bella experiencia que podemos tener es la del misterio. Él es la emoción fundamental que se halla en el origen del verdadero arte y de la verdadera ciencia. Quien no sabe esto y ya no consigue sorprenderse, ya no sabe maravillarse, está prácticamente muerto y tiene los ojos vendados. Fue la experiencia del misterio mezclada con la del miedo que generó la religión. Saber de la existencia de algo en lo cual no podemos penetrar, percibir una razón más profunda y de más radiante belleza, ese saber y esa emoción, constituyen la verdadera religiosidad. En ese sentido, y sólo en él, soy un hombre profundamente religioso."
He pensado en esto muchas veces. Creo que cada quien busca su forma de ser-en-el-mundo según su experiencia personal, creencias y valores. Algunos lo harán a través de la ciencia, otros a través de la religión, el arte, las drogas, la política o el deporte. La búsqueda del éxtasis me resulta algo inherente al hombre, y la escritura resulta, para muchos de nosotros, la forma de experimentar este misterio: a través de la búsqueda de la palabra correcta, el diálogo exacto, la descripción precisa.
Esta necesidad de maravillarse, de ir más allá de la realidad concreta, de crear un mundo, se encuentra presente en varios autores de renombre. Cuando le preguntaron a Gore Vidal por qué escribía dijo que escribió Myra Breckinridge “porque no estaba ahí”. John Boyne dice que escribe “porque siempre quiero saber qué ocurrirá a continuación”. Mark Haddon respondió “una semana sin crear algún tipo de arte me resulta sumamente dolorosa”. Fernando Iwasaki afirma que escribe porque cree en la “austera inmortalidad de la palabra escrita y en las bibliotecas como paraísos laicos” (y agrega otras cosas hermosas que pueden ser leídas en el artículo completo). Andres Neuman escribe “porque me da miedo morirme sin escribir. Escribo porque quisiera ser quienes no seré, vivir lo que no vivo, recordar lo que no vi. Escribo porque, sin ficción, el tiempo nos oprime. Escribo porque la ficción multiplica la vida. Escribo porque las palabras fabrican tiempo…”. Nélida Piñón, por su parte, cree en la esperanza de que la narrativa “irradie los caprichos humanos, los intersticios del misterio, frecuente en los puntos cardinales de mi existencia...”. Álvaro Pombo considera que “escribir es… como el respirar del pranayama”. Y Soledad Puértolas asegura que cuando escribe está fuera de la realidad.
Claro que, de todas las respuestas, he elegido aquellas que mejor se adaptaban a mi teoría; que es lo que hace un buen investigador: manipula la información para llegar al resultado deseado.
Algunos autores señalaron motivos más "terrenales", como la incapacidad de hacer otra cosa, el deseo de libertad o el simple gusto por la escritura sin mayores pretensiones. Quizá estos últimos olvidaron lo duro que resulta para el aprendiz alcanzar una frase digna.
David Grossman ofreció en el año 2007 un discurso en el Congreso del Pen Club, Nueva York, en el que habló sobre su experiencia literaria y trajo a colación el cuento Una pequeña fábula, de Franz Kafka. En determinado momento del cuento la trampa encierra al ratón y el gato lo acecha por detrás. Entonces, desesperado, el ratón dice: “Ay… el mundo se hace más estrecho cada día”. Cuando escribimos, sostiene Grossman, el mundo no se cierra sobre nosotros. Concuerdo totalmente.
Fuentes:
http://elpais.com/diario/2011/01/02/eps/1293953215_850215.html http://www.davidgrossman.es/criticas_eventos.php
Sin embargo, tengo la impresión de que las motivaciones expuestas en el artículo son anecdóticas por no decir falsas. Según mis observaciones, las obras literarias se escriben para ser recibidas y aprobadas por un público lo suficientemente amplio, o importante en el caso de las subvenciones y los concursos, como para permitir la continuidad del escritor en su oficio. Éste es un hecho insoslayable y además una motivación suficiente y en verdad fundamental. Tal vez antes, cuando existía una literatura de transmisión secreta de conocimientos, hubiese escritores que influyesen de manera profunda en el alma de sus lectores... como puede ser el caso de Musil, entre tantos otros; tampoco ha sido nunca la norma, la diferencia es que antes un pensamiento tenía su peso, sus consecuencias, ahora se puede pensar lo que a uno le venga en gana porque sencillamente carece de relevancia y no tiene efecto alguno. También ocurre que, con el invento de la literatura como oficio dentro del ocio cultural, el público impone su criterio o, con mayor justicia, su falta del mismo. En las obras de entretenimiento rara vez se encuentra esa mezcla de humor y sabiduría, la filosofía ligera que pudieran llegar a contener.
ResponderEliminarEn resumen, el maquillaje verbal y el disimulo de las intenciones más que evidentes de estos escritores me resulta de todo punto lamentable. Añado que en todo caso los que estarán "fuera de la realidad" serán los lectores que comulguen con semejantes mentiras.
Aprovecho para recomendar la fervorosa lectura de la escasa obra conservada de Sexto Empírico y de todos los pirrónicos, hasta nuestros días, en general. Tengan un buen día y, como dice Sandro Rey, escritor o no, bendiciones.
Precesión del perihelio,
EliminarPrimero que nada quiero agradecerte el comentario y el tiempo que le dedicaste a la lectura del artículo. Como no conozco a los autores personalmente no puedo decir ni que son ciertas sus declaraciones, ni que son falsas; debo conformarme por tanto por realizar un acto de fe y creerles. Si no fuese capaz de realizar este acto de fe que implica creer en algo que no puedo comprobar empíricamente, debería dejar de leer. En consecuencia, tan sólo puedo responder por mí misma y correr el riesgo de que me creas o no. Quizá mi respuesta pueda ser comprendida solamente por alguien que alguna vez haya sentido una pasión casi irracional por algo (una actividad científica, deportiva, artística, etcétera). Yo escribo porque no sé vivir sin hacerlo. Crear un personaje me hace sentir fantástico (me puede hacer también caer en un pozo emocional). Soy bastante descreída en mi vida diaria pero no puedo creer que la única que experimenta esta sensación cuando escribe soy yo. Por eso les creo. No veo cómo esto se contradice con el deseo de que también otros disfruten con lo que escribimos, no me parece que estos dos postulados se anulen entre sí. Es una especie de sofismo que no me permite concluir en un razonamiento lógico, y más me parece una de las tantas falacias cognitivas de las que tanto sufrimos a lo largo del día. En lo personal, prefiero a Platón que a Sexto Empírico, pero eso no es relevante y tampoco soy muy experta en filosofía. Discutir -en el buen sentido-, acerca de las distintas formas de percibir las cosas, el mundo, nos enriquecen. Repito que agradezco, realmente, tu comentario (espero que tu escepticismo te permita creerlo). Tampoco comparto que no haya ya escritores que influyan de manera profunda en el alma de sus lectores. Algunos aún consiguen hacerlo en mí. Son pocos, es cierto. Pero allí radica el poder que ejercen. El día que crea que pensar lo que a uno le venga en gana (lo que me alegra muchísimo, por cierto) significa que el pensamiento ha perdido valor, dejaré de leer. Finalmente, me gustaría recomendarte a dos excelentes pensadores que aún viven: George Steiner y Christopher Hitchens.
Un cordial saludo !
No se trata de dar crédito a las declaraciones de "tantos escritores de calidad" (discrepo totalmente con esta valoración) que dice Frankie. Se trata de que el acto de escribir una obra literaria desde la posición de un oficio, es el tema del artículo si lo he leído bien, no responde a una experiencia mística o la necesidad perentoria de ser creador, eso en todo caso será una forma de adornar motivaciones más prosaicas y comunes a todos estos escritores, puesto que determinan su lugar en el mundo; el espacio de su oficio. Espacio al que de ningún modo se pueden sustraer mientras sigan siendo escritores. Las declaraciones de la entrevistas (si son sinceras mucho peor para ellos) creo que muestran una forma muy válida de fantasear con la supuesta libertad que nos falta, nada menos que en un espacio tan específico y determinado como el oficio de escritor, o pretenden atribuirse algún mérito metafísico o cosas por el estilo. Hacen bien, por lo visto muchos lectores abandonaron a Bernhard al conocer detalles de su vida real. Hacen bien en mantener la pose de figurante quiero decir. ¿Será la libertad de vender la obra, la de agradar a un público? ¿Cuál será será? Que estos escritores podrían haberse dedicado a cualquier otro oficio, pero decidieron dedicarse a entretener, fascinar o lo que sea mediante la escritura, y además que lo hicieron porque su voz interior les obligaba, es un detalle que no paso por alto; aunque creo que, en el mejor de los casos, reflejan una vez más los sueños de libertad de un esclavo inconsciente. Me inclino a pensar que más bien desean los rendimientos de ese oficio: la celebridad, el mito, la comodidad, los que sean según el caso y la imaginación de cada uno. De otro modo, ¿por qué la necesidad del oficio? Lo mismo se puede decir de un trapecista, un presentador de televisión o de cualquier servidumbre que se deba a un público; esto último es importante destacarlo. La alegría o la pena que pueda acompañar a un producto escrito, no tiene mucho que ver con el oficio de la escritura, es algo completamente accesorio y secundario en ese ámbito; de ahí mi propuesta crítica.
EliminarMe alegro mucho de que conozcáis a Sexto Empírico y de que lo hayáis leído, al menos así lo manifiesta Frankie. Aunque, a juzgar por la frase en la que incluye la referencia, se debe referir a otro Sexto Empírico y se ha confundido.
Saludos cordiales y gracias por la recomendación
Hola nuevamente,
EliminarNo me agada cuando un blog se convierte en ring de boxeo. Esto es un intercambio de opiniones o nada. Creo que hemos expuesto la posición de cada uno de nosotros según su subjetividad y, como tal, es válida y respetable; sobre todo cuando de arte se trata. La escritura es un oficio y, como todo oficio, puede ser practicado únicamente desde la necesidad económica o incluir dentro de esta práctica algo que trasciende lo monetario.
Existen escritores cuyo ego es más grande que sus méritos, pero también están los otros. Si leyeras a Ernesto Sabato, por ejemplo, verías a qué me refiero. Si un escritor consigue el éxito como efecto y no persigue el mismo como causa, me resulta mucho más agradable. Pero en todo caso, ¿quién soy yo para juzgar?
No he leído nada de Thomas Bernhard. No sé nada de su vida. Hay autores a los que además de maravillarme como escritores me infunden sumo respeto como individuos (Virginia Wolf, Sabato, Kafka, David Grossman,Oriana Fallaci, Naguib Mahfuz, Juan Rulfo,...). Otros no.
¿Qué hay de malo con el sueño de ser libre? ¿Es acaso mejor aceptar la esclavitud del limitado libre albedrío que nos ha tocado en suerte?
La necesidad del oficio se debe, según lo veo, en la necesidad de crear; es un motor interno: es pasión. Yo la conozco. No hay nada que diferencie la pasión del escritor de la pasión de un jugador de fútbol. ¿Por qué el escritor debe ser criticado por amar con tal fervor las letras?
Creo que tu crítica, si consigo comprender tus líneas, va dirigida al escritor que se considera superior al resto de los mortales y allí estaríamos de acuerdo. Pero esta exageración del ego no es exclusiva de los escritores.
Por favor, deja a Frankie. Aquí estoy yo en todo caso para responderte las dudas que te queden al respecto. Y si no nos ponemos de acuerdo, no pasa absolutamente nada.
Te invito a que nos sigas leyendo y, si quieres, arrímate a mi blog. Allí leerás mis textos. Sólo por mí puedo responder.
http://maialoschblank.wordpress.com/
Un saludo cordial.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarProcesión, opino que en este oficio habrá de todo como en botica. Que resulte agradable ganar dinero y el que la gente te lea en masa no justifica ese reduccionismo crematístico que realizas. Más allá de ello debe de existir un placer personal y subjetivo, irreductible a meras fórmulas de mercado y sin el cual faltaría el necesario motor para avanzar. Y esas motivaciones se reflejan bastante bien en el texto.
ResponderEliminarResulta un tanto incoherente recomendar a Sexto Empírico al tiempo que rechazas los testimonios de tantos escritores de calidad como "anecdóticos".
A fin de cuentas, no solo existen los bestsellers y la literatura de masas. Hay -afortunadamente- vida más allá de todo eso e ilusión y purga personal cuando se escribe.
Frankie,
EliminarEs enternecedor ver cómo cuando vienes a mi blog me criticas pero si otros lo hacen no perdonas, jajajaja.
Por suerte todos somos libres de pensar lo que querramos y si se tomó el tiempo de leer el artículo yo ya me doy por satisfecha.
Un abrazo y gracias por dejar comentario. Deberías tomarlo como costumbre ;)
Sin pasión y sin una pizca de ingredientes intelectivos, la escritura sería sosa y poco atractiva para ser consumada como lectura, y sin libertad y autenticidad (motor generador de subjetividad) su sentido se limitaría a alguna forma de autocensura y esclavismo... hay tanto misterio en el para qué como en el por qué... Un placer haberlos leído (a los tres).
ResponderEliminarAlberto b. Gracias por haber pasado por aquí y dejar tu comentario. Y me alegro de que hayas disfrutado de los tres comentaristas que aquí nos reunimos en su momento. Un saludo.
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