Esta semana he mantenido un par de conversaciones, con distintas personas, que me han hecho reflexionar sobre la peculiar relación que se establece entre autores y editores en este mundillo editorial. No solo entre aquellos que trabajan juntos, sino también en genérico, como si fuéramos especies distintas, habitáramos mundos separados.
La primera conversación fue con un amigo ajeno al medio editorial con el que comentaba la proliferación de empresas de servicios para autores que quieren autopublicarse. Mi amigo encontraba del todo razonable el surgimiento de este tipo de empresas “para ayudar a los autores a librarse de la tiranía de las editoriales”. No es que yo no encuentre razonable e incluso saludable que los autores se autopubliquen y además cuenten con profesionales que puedan ayudarles en el proceso, todo lo contrario, pero esa visión de los editores esclavizando y sometiendo a los autores confieso que me queda muy lejos. Es cierto que las editoriales somos una especie de cuello de botella para los autores, seleccionamos lo que queremos publicar y no todas las obras pasan el filtro. Por supuesto no somos infalibles ni las únicas voces autorizadas para decidir lo que debe llegar a los lectores y lo que no. Pero los editores que se precien de su labor nunca podrán ver a los autores como el elemento a explotar, sino como al proveedor de su materia prima. Somos nosotros, en definitiva, los que dependemos de ellos.
El siguiente motivo de reflexión vino en forma de pregunta: ¿Es más difícil trabajar con autores noveles porque desconocen el proceso de edición? El trabajo con personas es difícil, con algunas más que otras (sean o no autores), y si se trata de diseccionar, corregir, interpretar, modificar, adaptar... lo que otro ha pasado mucho tiempo creando, todavía más. Si no se conoce el proceso es posible que sea necesario ocupar algo más de tiempo en explicarlo o que se produzca algún malentendido por la tendencia (y aquí entono el mea culpa) a darlo todo por sabido. Pero ese mito de la eterna pelea entre autores y editores tampoco me parece que refleje fielmente la realidad.
Y para confirmar lo que ya sabía pero a raíz de estos intercambios ha pasado a primer plano, hoy mismo he recibido un precioso regalo de uno de los autores que publican con sinerrata: la compilación de todo el intercambio de emails entre nosotros, editora y escritor, desde que le pedí el manuscrito completo para valorarlo hasta que su libro salió a la venta. Es el relato de un trabajo conjunto, de una relación profesional que va evolucionando, termina siendo personal y es casi lo mejor de lo que hago (y digo casi porque lo mejor es que los libros que publicamos tengan lectores felices y satisfechos). Y dudo mucho que yo sea la excepción a la regla.
La primera conversación fue con un amigo ajeno al medio editorial con el que comentaba la proliferación de empresas de servicios para autores que quieren autopublicarse. Mi amigo encontraba del todo razonable el surgimiento de este tipo de empresas “para ayudar a los autores a librarse de la tiranía de las editoriales”. No es que yo no encuentre razonable e incluso saludable que los autores se autopubliquen y además cuenten con profesionales que puedan ayudarles en el proceso, todo lo contrario, pero esa visión de los editores esclavizando y sometiendo a los autores confieso que me queda muy lejos. Es cierto que las editoriales somos una especie de cuello de botella para los autores, seleccionamos lo que queremos publicar y no todas las obras pasan el filtro. Por supuesto no somos infalibles ni las únicas voces autorizadas para decidir lo que debe llegar a los lectores y lo que no. Pero los editores que se precien de su labor nunca podrán ver a los autores como el elemento a explotar, sino como al proveedor de su materia prima. Somos nosotros, en definitiva, los que dependemos de ellos.
El siguiente motivo de reflexión vino en forma de pregunta: ¿Es más difícil trabajar con autores noveles porque desconocen el proceso de edición? El trabajo con personas es difícil, con algunas más que otras (sean o no autores), y si se trata de diseccionar, corregir, interpretar, modificar, adaptar... lo que otro ha pasado mucho tiempo creando, todavía más. Si no se conoce el proceso es posible que sea necesario ocupar algo más de tiempo en explicarlo o que se produzca algún malentendido por la tendencia (y aquí entono el mea culpa) a darlo todo por sabido. Pero ese mito de la eterna pelea entre autores y editores tampoco me parece que refleje fielmente la realidad.
Y para confirmar lo que ya sabía pero a raíz de estos intercambios ha pasado a primer plano, hoy mismo he recibido un precioso regalo de uno de los autores que publican con sinerrata: la compilación de todo el intercambio de emails entre nosotros, editora y escritor, desde que le pedí el manuscrito completo para valorarlo hasta que su libro salió a la venta. Es el relato de un trabajo conjunto, de una relación profesional que va evolucionando, termina siendo personal y es casi lo mejor de lo que hago (y digo casi porque lo mejor es que los libros que publicamos tengan lectores felices y satisfechos). Y dudo mucho que yo sea la excepción a la regla.
No me atrae la autopublicación. Creo que tiene mucho de trampa. El escritor que desea acercarse al mercado se ve tentado por publicar su propio libro y luego no tiene qué hacer con ellos; los regala a gente que jamás los leerá, se ha desprendido de una suma de dinero que podría haber disfrutado en otra cosa y tampoco consigue (en la mayoría de los casos) llegar a los lectores. De lo demás, creo que depende de las personas comprometidas en la relación.
ResponderEliminarUn abrazo, Amalia.
Por supuesto, Maia, como de alguna forma intentaba decir, la relación entre autor y editor no es más que una relación entre personas y dependerá de cómo sean estas.
EliminarMuchas gracias por pasarte por aquí y comentar, un gran abrazo para ti también.
Sin tener idea de como se trabaja la edición, quizás y sin comparar claro está, en la música está el trabajo del productor. Es otra mirada, otro sentir que aporta, quita, pone, reformula...un trabajo conjunto entre autor y editor. Seguramente, aunque la obra es personal, enriquece y mucho, el hacer del editor. Quizás, el autogestionarse, no es incompatible con el trabajo, autor-eUn beso
ResponderEliminarFiorella, un placer recibirte en el blog, muchas gracias por comentar.
EliminarYo también lo veo así, como un trabajo en equipo en el que el editor ayuda a pulir la obra desde un punto de vista distinto que complementa y enriquece.
Besos.
Es muy fácil disparar con pólvora ajena. Vamos a ver. Los que hemos editado una novela, a cambio de vender CIEN ejemplares, sabemos del engaño del editor contra la ilusión del autor desconocido. En mi caso, los CIEN ejemplares no llegaron a nada. Y cuando las dos Librerías más fuertes y completas que tenemos en la ciudad de La Coruña se dirigieron a la Editorial con un razonable número de ejemplares (porque creyeron en el producto), resulta que el Editor no se atrevió a una segunda edición. Y mientras tanto, amigos de mis amigos me llamaban para que les consiguiese un ejemplar. Resumiendo: mi propia hija se quedó sin ejemplar, por verme obligado a complacer un compromiso. ¿Son los Editores, profesionales en ventas o simples sicarios de ilusiones?.
ResponderEliminarLuis, gracias por pasarte por aquí y comentar. Como decía en la entrada, autores y editores no son más que personas y como estas, los hay de todas clases. Siento muchísimo que hayas pasado por esa malísima experiencia, me consta que no eres el primero y, lamentablemente, posiblemente no seas el último, pero hay también editores que arriesgan su trabajo, su tiempo y su capital con autores desconocidos (que, como dice Javi de Ríos, no cobran absolutamente nada al autor; estamos hablando de editores no de empresas de servicios editoriales).
EliminarSaludos.
Luis, Amalia habla de editores/as de verdad. El caso que tú comentas, a mí no me parece ni mal ni bien, pero yo lo considero una empresa de servicios editoriales, no una editorial de verdad. Un negocio muy digno siempre que se explique con claridad lo que hay, pero no una editorial. Una editorial se ha de implicar con el libro, no cobrar ningún servicio, ni directa ni indirectamente. Una editorial ha de caminar codo con codo con al autor.
ResponderEliminarMuy interesante. Siempre me ha admirado que sigan existiendo editoriales que apuestan por editar poesía de autores noveles. Respecto a la autoedición, coincido con lo expuesto en el primer comentario por Maia.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar, Juan Antonio.
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