Como bien relata Javier Celaya en su interesante análisis sobre su propia asistencia, este año se ha visto más que nunca en la feria la presencia de la edición digital y el desarrollo tecnológico que la acompaña, con numerosos stands diseminados por los pabellones. No es la primera vez que acuden, es cierto, pero mi impresión ha sido que en esta ocasión la integración con el resto de expositores ha sido más homogénea, más normal. Ya no se les mira como invasores exteriores sino como compañeros de viaje. El discurso de los editores también ha cambiado mucho, que de la amenaza inicial con la que veían al ebook y las grandes plataformas de venta han pasado a la mucho más inteligente postura de aprovechar sus ventajas, incluso se ha dejado de hablar de la piratería para poner el tema de los precios en el centro del debate.
Parece que ya vamos en el buen camino y también que, una vez más, el cambio viene de fuera y aún tardará en alcanzarnos. Se me cae el alma a los pies cuando comparo con el ambiente y el posicionamiento oficial de Liber: negación de lo digital, sin apenas hueco en la feria, y la piratería como eje del discurso. Hasta en la zafia publicación de datos de visitantes nos dejan mal, nadie se creyó los de Liber mientras que en Fráncfurt no tienen reparos en decir que este año han descendido. Nos queda mucho que aprender.
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