O eso leemos esta semana en los múltiples y variados artículos sobre el informe de la Federación de Gremios de Editores de España, según el cual las ventas de libros durante 2013 han descendido un 9,7%, mucho más que en nuestros vecinos europeos y, lo que es peor, acumulando una caída en los últimos diez años del 19%. El único que se salva, aparentemente, es el libro electrónico, que aumenta sus ventas un 8,1%, aunque su contribución a la facturación total sigue siendo prácticamente testimonial, apenas un 3,7%.
No voy a negar que las cifras son malas, que hay que ser muy iluso para no preocuparse por la situación estando dentro del sector y aspirando a poder seguir haciéndolo, pero me niego a contagiarme del discurso victimista de aquellos que, en teoría, nos representan. Este es un descenso en las ventas que también refleja la crisis generalizada que estamos viviendo en nuestro país, en la que comprar libros no es una prioridad para muchas familias que ahora tienen otras necesidades. Y sabiendo esto desde hace tiempo, quizá habría habido que plantearse reducir la producción y buscar sistemas de distribución más efectivos que permitieran bajar costes y precios. Pero no, llevamos años de publicación desmedida, inundando librerías con novedades que a veces ni salen de las cajas (tan solo en 2013 ha habido un descenso considerable del número de títulos publicados). En cuanto a los libros digitales, la piratería nos afecta, sin duda, pero ya basta de utilizarla como excusa-comodín. Que los lectores se hayan acostumbrado a conseguir el contenido gratis es en buena parte culpa de esta industria, que no supo ver la oportunidad sino solo la amenaza y así llegó tarde, mal y caro a la realidad digital. Y ahora se esconde detrás de su propio fracaso, pidiendo medidas legales, que difícilmente servirán y seguirán convirtiendo a nuestros lectores en enemigos, en lugar de buscar soluciones que se acerque a lo que estos piden.
Llegados a este punto, en el que ya estamos y que no es ni mucho menos propicio, creo que es necesario hacer un verdadero giro dentro del sector: innovar, mejorar, cambiar y, sobre todo, hacerlo como conjunto. Colaboraremos entre los distintos agentes y trabajemos juntos, como bien propone Aharon Quiconces en su blog razonamiento de un editor. Hay que pensar en otras estrategías y alianzas, como esta que nos cuenta Mariana Eguaras entre librerías y bibliotecas.
Como cuentan que el mismo Einstein llegó a decir: "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados". Llevamos diez años de malos resultados, cambiemos la forma de hacer las cosas para que estos puedan ser distintos.
Vengo de Lecturalia de leer otro artículo sobre el mismo tema y llegáis a conclusiones parecida, solo que apuntaban también al descenso del libro escolar, que también se englobaría dentro de ese porcentaje de disminución de ventas.
ResponderEliminarMe alegra ver que hay gente que analiza las noticias y se atreve a pensar diferentes y a no dejarse influenciar solo sobre opiniones oficiales que pueden enmascarar otras partes de la realidad, como es el caso de Lecturalia, y como es el tuyo, que sin duda le habéis dado una vuelta de tuerca a la información.
Sin duda el último párrafo es brillante, creo que no has podido explicar la situación mejor. Biquiños!
Cris, muchísimas gracias por pasarte por el blog y comentar, y por tus amables palabras. Afortunadamente, somos unos cuantos los que queremos hacer las cosas de otra manera, aunque a lo mejor se nos vea menos. ¡Un abrazo!
Eliminar"Que los lectores se hayan acostumbrado a conseguir el contenido gratis es en buena parte culpa de esta industria, que no supo ver la oportunidad sino solo la amenaza y así llegó tarde, mal y caro a la realidad digital."
ResponderEliminar¡Totalmente de acuerdo!
Viendo lo que pasó con la música y el cine, es incomprensible que la industria editorial no supiera reaccionar a tiempo.
Solo nos cabe esperar que no sea demasiado tarde. Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar, Adella.
EliminarCreo que una de las deficiencias del sector es que siempre se mira el ombligo y olvida en entorno. El sistema así como está montado ahora tendrá que cambiar: autores que no quieren publicar con editoriales porque consideran que les pagan pocos royalties y prefieren autopublicarse; imprimir cantidades de libros para que paseen de la editorial a la librería y de la librería a la editorial (gasto de papel, de insumos, poco ecológico); las distribuidoras cuestionadas por ser quienes más porcentaje del PVP del libro se llevan y no aportan más que el camión para llevar y traer libros, y muchos otros cuestionamientos. ¿No se intenta cambiar esto desde dentro del sector? ¿Qué hace la FGEE para mejorar la situación de sus afiliados?
ResponderEliminarHistóticamenteel hombre siempre necesitó asociarse, colaborar entre sí, cooperar para sobrevivir y evolucionar ¿por qué debería ser diferente en este caso?
Gran entrada Amalia, que resume en pocos párrafos grandes temas que implican a la edición en España.
(Gracias por la mención y enlace a mi blog).
Mariana, muchas gracias a ti por pasarte por aquí y compartir con nosotros una reflexión tan acertada. Estamos totalmente en sintonía en este tema: hace falta colaboración y mucho cambio.
EliminarGracias por tu entrada Amalia.
ResponderEliminarSólo un par de reflexiones. La primera desde la perspectiva que me ofrece mi formación en comunicación corporativa. Corregidme si me equivoco, pero mi impresión es que lo que ha hecho la FGEE es de libro: lobbying (no legal en España, pero una realidad). Primero llora diciendo que el sector ha vuelto a niveles de facturación de 1994 y luego afirma ser el primer sector del país para presionar al Gobierno con el IVA y, tal vez, con la subvención de libros de texto.
Esta táctica a corto plazo quizá maquille los balances de los grandes grupos durante unos años, pero a medio plazo lo único que garantiza es el hundimiento del sector por no encarar los problemas de base.
Mi segunda reflexión la hago como escritor. En ese idilio que el libro propicia entre lector y escritor, encuentro a faltar que menciones a los escritores; una mención crítica, por supuesto. ¿Estamos proporcionando una materia prima, en fondo y en forma, que toque la fibra al lector hasta tal punto que decida convertir la lectura en una prioridad en la cesta de su compra?
¿De verdad nos estamos exigiendo calidad literaria, originalidad y conexión con el lector, o lo que escribimos no va más allá de refritos que acabamos convirtiendo en la chamusquina de algo que una vez fue deliciosamente fresco?
Como lector, esa capacidad de tenerte en vilo, de que el universo del escritor te absorba sin remedio es esencial; y si lo exijimos como lectores también tenemos que exigírnoslo como escritores. ¿Lo hacemos? Porque si no lo hacemos, el propósito de que todos los agentes trabajéis juntos innovando, mejorando, cambiando... es en vano.
Innovar, mejorar, cambiar, sí, pero desde la materia prima. Buscar talento, nuevas voces, y exigir un listón más alto a los escritores consagrados me parece la variable de la ecuación imprescindible para salir de este pozo.
Con la empatía que tengo como empresario (de otro sector) en tiempos de crisis, con la pasión de lector y con la infinita ilusión de escritor en busca de editor, os deseo toda la suerte del mundo para salir del bache por el bien de la literatura.
Un fuerte abrazo.
PS: cuando me refiero a buena materia prima pongo el listón en obras como El Perfume, Cien años de soledad, 1984...
Estoy de acuerdo contigo, Eduardo, y hasta diría que esa estrategia de la federación no es la primera vez que la usan (por otro lado, también creo que es una herramienta común en otros sectores).
EliminarMe parece muy interesante también tu reflexión sobre la calidad literaria y la responsabilidad que autores y editores tenemos a la hora de convencer a los lectores potenciales de que los libros son valiosos (y no hablo de un valor monetario).
Mucha suerte para ti también, un abrazo.
"¿De verdad nos estamos exigiendo calidad literaria, originalidad y conexión con el lector, o lo que escribimos no va más allá de refritos que acabamos convirtiendo en la chamusquina de algo que una vez fue deliciosamente fresco?" Yo, como lectora y amante del sector, pienso -me puedo equivocar- que estamos oliendo a chamusquina, parafraseando a Eduardo L. A mi me pasa, que cuando salgo del ensayo para leer algo de calidad, me voy a los clásicos o "buena materia prima", o tengo que gastarme mucho dinero en un libro de una editorial pequeña, que se que no me va a fallar aunque pague lo que pague por ciento veinte páginas, y no es una queja del precio del libro, yo pago lo que haga falta con tal de aportar ideas a mi cerebro y no vanagloriar a mis sentidos. Añoro que los grandes apuesten por una literatura de calidad, difícil -si amas el sector diríamos excitante- de vender, pero creo que se irían más orgullosos a casa: el escritor lo está esperando, el lector lo ansía, el editor no ha tirado la toalla, y el sector sufriría, entonces sí, una verdadera revolución ¿no os parece?
ResponderEliminarCiò, muchas gracias por pasarte por el blog y por tu alegato a la buena literatura, me ha gustado especialmente eso de buscar lecturas que aporten ideas a tu cerebro.
EliminarHola Amalia y a todos los demás. Estoy tan de acuerdo en tu entrada del blog, que yo mismo en mi blog personal hice una entrada también "quejosa" con aportaciones que seguramente muchos del sector tacharán de anatema. Os dejo el enlace para que sepáis de que hablo http://www.galeradas.info/cambios-de-aires-en-el-sector-editorial/
ResponderEliminarYo también escribo. Edito para otros y escribo para todos... Y pienso que la situación es un problema viral que termina mezclando lo bueno y lo malo, y lo que antes no se vería editado por falto de calidad, hoy se mezcla con lo que sí lo tiene. Al final se relativiza la calidad, porque se confunde que todo es lo mismo porque todo "se puede" publicar.
Humberto, muchas gracias por compartir la entrada en tu blog, coincido en gran parte de lo que dices en ella.
EliminarEs cierto que la llamada calidad literaria, algo bastante subjetivo y difícil de determinar, en mi opinión, puede verse relativizada con esta avalancha de publicación que estamos viviendo. En contraposición, la reseña literaria está más viva y "democratizada" que nunca, algo en lo que editores y autores podemos apoyarnos para llegar al lector de una forma más filtrada.