Este es un tema en el que pienso a menudo, que en cierto modo me preocupa porque es una parte fundamental de mi trabajo: la capacidad de mantener la subjetividad bajo control al editar un texto que no es de mi autoría. Lo traigo hoy aquí por un estupendo artículo que leí ayer sobre un test realizado por varios editores a partir de un mismo texto [en inglés], que os recomiendo si os interesa el tema.
No hace falta que diga que esta es una tarea imposible, editar de forma cien por cien objetiva, porque al fin y al cabo la tarea requiere una cierta dosis de creatividad, que no existiría sin la subjetividad particular de cada uno. Pero sobre todo porque no conozco a nadie, y desde luego no es mi caso, que sea capaz de mantener una objetividad absoluta, pues somos personas y no máquinas. Y lo mismo ocurre con la infalibilidad, que hasta donde yo sé es prácticamente inexistente en cualquier actividad, incluida la edición.
Como decía al principio, es este un tema que me preocupa; cuando trabajo un texto que no es mío me esfuerzo lo indecible para poner en primer lugar el estilo particular del autor o autora y conservarlo durante las correcciones y posibles cambios. Precisamente por esa subjetividad de la que hablaba, no estoy segura de conseguirlo, o incluso de poder valorarlo, pero a veces también me planteo si no estaré yéndome demasiado al otro extremo.
El proceso editorial empieza con la selección del manuscrito, acto en su gran parte subjetivo, así que, ¿por qué no seguir confiando en ese instinto del editor en las siguientes etapas de edición? Indudablemente, hay una serie de aspectos que no admiten discusión: ortografía, continuidad, coherencia. Pero también hay una amplia gama de grises en las que tanto los autores como yo volcamos nuestro tono personal.
Mi conclusión final es que mi prioridad seguirá siendo respetar al máximo el estilo del autor o autora del texto, pero también aspiro a que mi contribución particular enriquezca y mejore la obra. Como he dicho aquí mismo en otras ocasiones, el proceso de edición es una de las partes de mi trabajo que más disfruto, precisamente por esa labor de equipo que estrecha aún más mi relación con los autores. Y no creo que fuera posible sin subjetividad.
En cuanto a la falibilidad, mucho me gustaría no sufrirla, pero hace ya tiempo que me resigné a vivir con ella.
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