Esta semana estoy leyendo en varios medios sobre la presentación del nuevo libro del Instituto Cervantes y la editorial Espasa, Las 500 dudas más frecuentes del español, y sin duda me quedo con una de las frases pronunciadas por el director del instituto Víctor García de la Concha: "Cuantos más libros, más libres, más cultos y más ricos. La lectura es la base de todo".
Me ha resultado especialmente interesante este énfasis en la relación, que ya conocíamos, por otra parte, entre el idioma, su conservación y buen empleo, y la lectura, que me ha hecho reflexionar, tampoco por primera vez, en la responsabilidad de los editores. Una de las tareas fundamentales de nuestro trabajo es asegurarnos de la corrección del lenguaje y de que los lectores no solo disfruten de la lectura sino que esta también sirva para enaltecer el idioma que nos permite comunicarnos.
Aún me llama más la atención esta frase porque llega en un momento en el que el debate sobre la necesidad de editores, e incluso maquetadores o correctores, está a la orden del día (resurgida la semana pasada, además, por un artículo en eldiario.es sobre el coste de los ebooks) y me pregunto, una vez más sin ser la primera en hacerlo, qué hemos hecho tan mal para que una buena cantidad del público tenga tan claro que somos totalmente prescindibles.
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